A 100 años de un “clásico” del turf argentino

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En noviembre de 1918, Grey Fox batía a Botafogo y a los 15 días el crack se desquitaba en la revancha del Pellegrini…

El tiempo pasa. Y vaya si pasa rápido. Tan rápido que hace unos pocos días se acaban de cumplir 100 desde que en la arena de Palermo el tordillo Grey Fox produjera una de las sorpresas más grandes de la historia del turf nacional ganándole al crack Botafogo el día que el alazán intentó llegar a su segundo triunfo seguido en el Gran Premio Carlos Pellegrini. Y también de la irrepetible revancha entre ambos, cuando el resultado se revirtió.

Exactamente, el 3 de noviembre de 1918 las tribunas del viejo circo porteño quedaron en silencio ante ese majestuoso Grey Fox, montado por Domingo Torterolo y propiedad de Saturnino J. Unzué, le propinó una de las pocas derrotas de su campaña al icónico hijo de Old Man y Korea, para muchos, uno de los mejores de todos los tiempos.

Nadie podía creerlo; en los papeles era imposible, pero carreras son carreras. Diego de Alvear, propietario de Botafogo, dijo que Jesús Bastías, el jockey, había sido responsable del increíble resultado, pero también hubo posturas, por ejemplo, que Felipe Vizcay, el entrenador, había “dado ventajas”, confiado en la superioridad de su caballo. También estuvieron los que trataron de pensar que para Botafogo lo mejor ya había pasado. La contracara es que pocos le dieron jerarquía a Grey Fox, al que tenía arrendado Arturo R. Bullrich, con cuyos colores del Stud Indécis -aún activos-, se quedaría con el Pellegrini de 2018.

Esa victoria de Grey Fox, pero, sobre todo, la derrota de Botafogo, terminó provocando la que se dio en llamar la “carrera del siglo”, con la revancha entre el hijo de Le Samaritain y el campeón, a los 15 días del Pellegrini y en un mano a mano porteño a las 15 horas.

Fue la única vez en su largo historial en que Palermo abrió para que allí se corriera sólo un turno y en las tribunas no cabía un alfiler; si hasta el propio Carlos Gardel siempre recordó haber estado allí para presenciarlo. Alvear y Unzué apostaron 10.000 pesos de por entonces cada uno -una fortuna- y el que ganara debería repartir ese dinero entre instituciones benéficas.

Tanta era la expectativa que a media mañana ya no cabía un alfiler y a las 11 se tuvieron que cerrar las puertas porque todo estaba repleto. El terraplén del ferrocarril parecía una tribuna extra…

Allí todo sería distinto, porque el mejor Botafogo volvió a las pistas y batió de punta a punta a Grey Fox y cruzando el disco con “una cuadra” de ventaja, haciendo delirar al público, que tenía lo que había ido a ver: al crack poniendo todo en su lugar.

El momento quedó enmarcado en esa foto mil veces repetida con un aficionado levantando sus brazos vivando a Botafogo mientras volaba hacia el disco, una de las imágenes más fabulosas de todos los tiempos.

Pasaron 100 años ya de esas dos carreras magníficas, cuando el turf era una pasión popular y llenaba tribunas. ¿Lo que daríamos hoy por hoy con vivir algo semejante? Ojalá algún día podamos disfrutarlo, pero, mientras tanto, bien vale aferrarse a esos recuerdos imborrables de otras épocas.

Diego H. Mitagstein