El jockey, convaleciente por la lesión en un ojo desde el 1° de mayo, cuando se accidentó en el hipódromo porteño, está en Buenos Aires luego de pasar unos días en Brasil con su familia y confía en la evolución de su estado para volver a correr 

Por Gustavo S. González

Está todo tranquilo, bien” responde Altair Domingos la pregunta inevitable. “Este martes me hicieron un análisis y ya se lo traje al doctor. Tengo que hacer dos más; para uno tengo turno el 28 y lo quiero anticipar. El doctor (Octavio) Arakaki habló con el sanatorio (Fitz Roy) para adelantarlos.”, agrega, impaciente, y menciona al profesional del hipódromo de Palermo que se ocupa de su caso, por el que está convaleciente desde hace más de cinco meses. Aquí mismo, el 1° de mayo, Goteo Key, el caballo que dirigía se rompió. “Caí de cabeza, golpeé contra el piso y quedé inconsciente 10 minutos, según el médico, porque la verdad es que yo no me acuerdo”, relata ahora, al sol en la tarde del lunes en el mismo escenario.

“Después no me di cuenta de que tenía una lesión. Me vio el doctor Arakaki y me dijo que tenía que quedarme más tiempo, un día más, porque había perdido el conocimiento. A las 3 de la mañana, el médico que me estaba siguiendo corrió la cortina -en terapia intensiva- y entonces lo llamé y le dije que estaba viendo borroso con el ojo izquierdo y me contestó que era normal porque me había golpeado la cabeza y, me dio un corticoide y dijo que “mañana o pasado” lo iba a superar. Y bueno, me dieron de alta, corrí el miércoles en San Isidro y gané; el sábado gané el clásico, yo me sentía bárbaro”.

La de Altair no fue una circunstancia novedosa. Pablo Falero tuvo un golpe en la cancha de San Isidro, volvió a correr de inmediato, y unos día más tarde fue operado durante nueve horas para reparar vértebras rotas. Continúa Altair: “Entonces me llama el doctor de Palermo y me dice que había algo en los estudios que no había salido bien. Según eso se me rompió el nervio óptico y después de otros 200 estudios todos los  especialistas hablaron de tomarme un tiempo para ver si mejoraba. Y en eso estoy, esperando los resultados. Dios quiera que me den bien, es lo que más deseo, venir a Palermo y no correr es muy difícil; el sábado estuve en San Isidro mirando los clásicos y para uno que les gusta se le hace duro, pero creo que va a salir todo bien”.

En este tiempo, el jockey se mantuvo ocupado, un poco cerca de lo suyo. “A la mañana no hago nada, ni ejercicios. Me había ido a Brasil, tengo un stud en Curitiba de quince boxes para las cuadreras y me quedé con los caballos, claro, para no perder la costumbre (suena fuerte su risa). Sin montar porque no puedo -enfatiza esta frase-; cepillaba los caballos, limpiaba las camas, los caminaba, así el tiempo pasaba más rápido. Nosotros –los jockeys- estamos siempre a full, 24 horas, y cuando me quedaba en el departamento no aguantaba, me volvía loco. Regresé la semana pasada a Buenos Aires”.

La visión en el ojo izquierdo aparece recuperada, si se tienen en cuenta los datos que aporta Domingos: “Hice 5500 km en auto. Estaba cerrada la frontera por la pandemia y para volver pensé que estaba abierta en Uruguayana, pero no. Tuve que volver hasta Puerto Iguazú. Yo me siento bien. Mi mujer (Danielle) también maneja, me acompaña a todos lados”.

De lo que dejó en estos meses, le procupa muy poco: “A Luisito (Vai, el jockey que lo reemplazó en el stud La Providencia) lo quiero mucho, es uno de los pocos tipos que en la pandemia trabajó todos los días. Creo que merece un espacio y montas mejores porque es muy trabajador. Le estamos dando una mano en La Providencia, donde hay un equipo muy completo”.

La caballeriza de Altair en Brasil funciona a pleno. “Mis caballos corren por todo Brasil. El stud se llama NM, por los nombres de mis hijos, Mateus (21 años) y Nicole (18), que están estudiando en Brasil, en la facultad [en alguna nota de los inicios, Altair contó que iban a la escuela Granaderos de San Martín, en Libertador y Olleros, en codo final del amplio predio del hipódromo]. Son grandes ya. Su carcajada, ante nuestra perplejidad por el paso del tiempo, suena más fuerte en el patio del Paddock de Palermo, mientra los caballos de la 10ª pasan rumbo a las gateras y todos los jockeys lo saludan. Nos acordamos de Fustas de América, aquel emprendimiento itinerante de los periodistas de turf de la Argentina, Brasil, Chile, Perú y Uruguay que empezó en los 90 y siguió hasta comienzos del siglo. O alguna mañana de ensayos en Palermo, cuando el recién llegado a la Argentina, convocado por el stud Springfield, trabajaba con el recordado Antonio Marsiglia, con Jorge Mayansky Neer… “Van a cumplirse doce años desde que estoy acá –en 2009- y por suerte me fue muy bien, me encanta acá porque a la gente le gustan los caballos, es distinto que en Brasil, donde al público le gustan las carreras pero no como aquí, es muy distinto”. Altair vive ahora en San Isidro.

El jockey de Hi Happy y El Margot, el que lleva adherida la sonrisa en consonancia con su optimismo sobre su situación personal y sobre las carreras después del Covid-19, no duda: “Va a salir todo bien”.