Resulta un peligro latente para personas y caballos correr ante temperaturas tan fuertes; un tema para repensar

El turf argentino es esquemático; demasiado. No cambia una coma, no mueve una piedra un centímetro ni aún cuando la lógica lo dice. Está cómodo así, comodísimo. Hacer siempre es mucho más trabajoso que no hacer. Un claro ejemplo es la falta de cintura para seguir corriendo en verano a horarios inhumanos, y que pueden alcanzar una tragedia en cualquier momento, bueno es recordarlo.

Esta especie de “ruleta rusa” hípica tiene esta semana otra muestra. Con pronósticos que hablan de temperaturas cercanas a los 35 grados y sensaciones térmicas más elevadas aún, insistir con arrancar reuniones a las 14, 14,30 o 15 horas es una verdadera locura; un sin razón que se escuda en excusas mundanales.

Los médicos suelen recomendar a la gente que disfruta de correr hacerlo bien temprano por la mañana y sino ya después de las 17 horas; sencillo: evitar los momentos en que los termómetros hierven. Cuando uno va a la playa le dicen algo parecido: no se exponga entre las 10 y las 17 horas.

Pero pareciera ser que para los hipódromos las recomendaciones clínicas no tienen valor, pues la campana de largada suena en los peores momentos, arriesgando al máximo la salud de sus protagonistas, sean personas o caballos. Si cualquiera tiene calor sentado en una silla trabajando, ¿imagínense lo que siente un jockey saliendo a la pista a las 14,30, con 39 de térmica que son 45…?

Los pronósticos pueden errar a qué hora llegará una lluvia, pero generalmente aciertan bastante cuando de temperatura se habla. Entonces, ¿porqué nuestros principales hipodromos no cambian los horarios sobre la marcha o no retrasan todo un par de horas para disminuir los riesgos?

En Estados Unidos una reunión se suspende ya sea por lluvias imposibles, por calor o por nieve, y nadie chilla. Se suspende antes o durante. Todos entienden que es por el bien común. Para no llegar a ese extremo, retrasar con el debido aviso los horarios pautados de antemano no suena ilógico, por el contrario, parecería lo más recomendable.

Seguramente levantarán la mano los dirigentes y aducirán cuestiones de señales internacionales y hasta gremiales, pero nada que sea más importante que la salud de jockeys, caballos y cualquiera que se anime a desafiar el “veranito” cerquita de una pista de carreras. Si las señales internacionales no levantan la voz cuando eso pasa en el norte, no deberían hacerlo aquí; y si los gremios reclaman, habrá que sentarse a charlar y buscar una solución conjunta, más allá de que, se sabe, el bien común no suele ser lo más buscado por esas entidades.

Salir a correr ayer en La Plata, hoy San Isidro o cuando sea en Palermo con 35 grados es sencillamente un despropósito. Son 10/15 días por año en que el turf tendría que mover sus horarios para cuidar a todos. No parece un tema demasiado complicado de acomodar cuando la salud está de por medio

Diego H. Mitagstein