Entrenado en un campo en Luján por Oscar Ravassa, su propietario, ganó el Pueyrredón (G3) en su cuarto intento…

Los caballos y sus historias son maravillosas, únicas. Por eso es tan lindo el deporte de las carreras. En ese libro eterno de anécdotas casi irrepetibles inscribió su nombre este viernes Cósmico Romano, que en su cuarto intento logró por fin ganar la maratón del Clásico General Pueyrredón (G3-3000 m, césped), la prueba más extensa del calendario nacional.

En 2016, ocasión de su primer intento, quedó séptimo del malogrado Raceland (Inminente), para al año siguiente regresar y perder por apenas la cabeza con Conwy (Rider Stripes). Volvió a pegar en el palo hace 12 meses, con Soy Inglés (Orpen), pero bajo la lluvia pudo por fin esta vez sacarse las ganas y levantar la copa.

Hijo de Cosmic y Mía Roma, una Romanov de palmarés discreto pero genética entretenida, Cósmico Romano no es un fondista cualquiera; es distinto bien distinto. Lo entrena en Luján Oscar Ravassa, su criador y también su propietario, en un hobby que desde hace muchos años le llena el corazón, mientras a la par trabaja en su empresa que, por ejemplo, fue la que dejó impecable la pista del Hipódromo de Tandil cuando su reapertura.

Ravassa no prepara a sus caballos en una pista oficial, lo hace entre la calle que bordea su pequeño campito y una que le presta un haras vecino amigo. O sea, Cósmico Romano debe de ser el primer caballo en la historia que gana el Pueyrredón desde “la calle”. Fenomenal.

No ganó de casualidad el zaino. Aniquiló a sus rivales, los despatarró sacándoles varios cuerpos desde la salida, empleando parciales lentos hasta para el estado complicado de la grama y haciéndose perdiz en el derecho, muy bien administrado por José Leonardo.

Desde lejanos 6 cuerpos terminó escoltándolo el favorito Fantasioso (Strategic Prince), con Marcus Aurelius (Catcher In the Rye) levantando su nivel hasta recalar en el tercer lugar, a otros 2 largos, todo tras eternos 3m19s58/100, tiempo “bien europeo”.

El generoso Cósmico Romano se dio el gran gusto de ganar el Pueyrredón, y le dio a Oscar Ravassa su mayor alegría desde que está vinculado con los caballos de carrera. La pasión, el esfuerzo y también la osadía muchas veces se revelan contra la lógica…