Con la entrada prohibida por estar cumpliendo penas, Lucas Girat y Juan José Martínez fueron vistos en el Argentino y penados

Cuentan los que peinan canas que en otros tiempos una suspensión era un puñal en el pecho para la mayoría de los cuidadores. No hacía siquiera falta que los hipódromos le prohibieran la entrada o se los avisaran, como indica el reglamento de carreras, sino que ellos mismos ni aparecían por vergüenza. Los tiempos han cambiado y los tratamientos y dopings se multiplicaron, proliferaron los figurines y todo se volvió tan tristemente común que algunos hasta “portan” con orgullo su condición de suspendidos.

El Hipódromo Argentino de Palermo acaba de adoptar dos resoluciones ejemplificadoras para con dos cuidadores que, estando cumpliendo penas impuestas por La Plata, fueron vistos en las instalaciones porteñas, una situación que se contempla en los reglamentos y que es considerado como “violatoria de los preceptos y normas que rigen la actividad dentro del hipódromo”.

Lucas Girat y Juan José Martínez son los involucrados en esta historia, el primero recientemente suspendido por 6 meses tras el sonado positivo de City Wonder (Grand Reward) tras ganar el Gran Premio Joaquín V. González (G1) del Bosque, al que presentó en lugar del propio Martínez, que es quien efectivamente lo prepara, y este último pagando una pena de 10 años por múltiples violaciones a las normas, también en el sur.

Para Lucas Girat se decidió sumar 6 meses más a la inhabilitación que cursa, con lo que cuando el 29 de junio venza su suspensión actual, arrancará una nueva por igual período, finalizando el 28 de diciembre, tras lo cual, si su intención es inscribir y competir con ejemplares a su nombre en el centro deberá pedir expreso permiso a la comisión de carreras.

Por su parte, para Martínez Palermo indicó que “una vez cumplida su sanción, el 14 de marzo de 2028, el profesional deberá solicitar también permiso a la comisión para competir con sus caballos”.

Es triste que estas cosas sucedan, como también genera bronca e impotencia que los profesionales no asuman la responsabilidad que les cabe tras haber violado un reglamento y, aunque más no sea, mantengan las formas. Pero poco parece importar eso en algunos casos, pues hoy la sociedad no lo demanda. El turf estaría mucho mejor si quienes se equivocan lo aceptarán y se apenaran, sintiendo vergüenza por lo ocurrido, como era antes…