Lo que pasó en las Carreras de las Estrellas hubiera movido las estructuras en cualquier país donde el doping no fuera una situación común…

Traslademos la cuestión. Siempre se dice que las Carreras de las Estrellas son nuestra Breeders’ Cup; pues bien, pensemos que en la Breeders’ Cup aparecen 3 dopings y se distancia al ganador del Classic, al ganador del Sprint y al segundo en el Juvenile. ¿Qué pasaría? El escándalo sería mundial, giraría alrededor de todos los medios hípicos y no hípicos del mundo y desataría un debate sobre las carreras de caballos, el maltrato animal y todos esos temas que a la gente que está en contra del deporte más hermoso de todos le encanta abordar para dañarnos, aunque, en realidad, el daño se lo hace el turf al turf.

Bien, dicho esto, en Argentina apenas hubo un esbozo de bronca por lo sucedido con los tres positivos que alteraron el marcador y la historia de la última versión de las Carreras de las Estrellas. Aquí se naturalizó el doping y se naturalizaron los tratamientos, son cosas de todos los días; cosas que pasan y que pocos saben “cómo pasan”. Es más, se redobla la apuesta porque muchos de los preparadores que apilan sentencias por análisis positivos tienen más caballos que nunca y ganan de a 7 carreras por reunión. Lejos de castigar al tramposo, la hípica lo premia, lo llena de trabajo. No hay escrúpulos.

Quien escribe no lo vivió por cuestiones de edad, pero aquellos que peinan más canas que uno siempre lo dicen: para un cuidador de caballos de carrera hace unas pocas décadas no había vergüenza más grande que ser suspendido por un tema con drogas. Era un papelón, una sentencia de despido para muchos, ni querían aparecer por la cancha o por un hipódromo; lo sentían como una humillación. En la debacle cultural nacional, y turfística en particular, eso se perdió. Hoy a los muleros seriales no sólo no les da vergüenza, sino que se la dan de vivos, muchas veces, escudados por una guardia “oficial”.

La discusión lleva muchos años y no encuentra solución. ¿Cómo hacer para bajar el nivel sostenido y alarmante de casos positivos que rodean al turf argentino? ¿Cómo parar este tema? Tenemos el récord mundial de positivos en G1, lo que podría llevarnos en un tiempo no muy lejano a exigencias durísimas por parte de la Federación Internacional de Actividades Hípicas para mantener la categoría de nuestras mejores carreras. Por lo pronto, ya hay dirigentes que opinan que es conveniente empezar a enviar a Francia las muestras de todos las carreras de black-type. Se está pensando. 

Lo de las penas es discusión eterna; siempre suenan a poco. Quizás, porque no son penas más que en el papel. Un cuidador suspendido es reemplazado por otro y así sucesivamente. Por más que tenga 30 casos, aparecerán 30 nombres atrás para seguir la zaga.  El random es interminable. Cuando hace 7 años en Europa se desató un escándalo en Godolphin por una serie de positivos descubiertos en ejemplares a cargo de Mahmood Al Zarooni, la British Horseracing Authority (BHA) tomó una decisión ejemplar: no sólo le prohibió entrar a cualquier hipódromo o caballeriza por 8 años, sino que se explicó que esa sanción contaba tiempo por el hecho en sí y otra parte por el daño irreparable que le ocasionó el caso al buen nombre de la actividad hípica. 

Aún hoy, Al Zarooni sigue clamando por un perdón y alegando inocencia. La BHA no respondió y sólo en 2021 podrá volver a entrenar. Si alguien le lleva caballos…

Diego H. Mitagstein