A los 60 años, el mejor jugador de fútbol de todos los tiempos falleció por una falla cardíaca; Dios también fue burrero

Diego no la tenía “atada”, la tenía “enamorada”. Pensalo, si vos fueras pelota, ¿no querrías estar toda la vida pegada a su pie? ¿Dónde ibas a estar mejor? Es lógico, la pelota es redonda, pero no tonta. No la pateaba, la acariciaba, le hacía mimos como nadie, era un verdadero “latin lover” ; al fin de cuentas, ella iba a terminar siendo, siempre, el gran amor de su vida.

Diego, Maradona, Pelusa, como quieras llamarlo, dejó de ser el crack, el ídolo, el díscolo, el discutido, para convertirse en leyenda; la leyenda más grande en la historia del deporte argentino, ese que sólo en figuras como Juan Manuel Fangio y Guillermo Vilas puede encontrar nombres que se le puedan poner a la par aunque sea, hasta pisar el derecho.

La tristeza es gigantesca, cercana, porque Diego era de todos, con sus genialidades y sus “contras”, muchas, las que nunca le hicieron mal a un tercero y que sólo lo dañaron a él, tanto como para terminar su vida a sus jóvenes 60 años, cuando su corazón dijo basta para siempre, después de soportarlo todo; todo eso que para cualquier otro ser humano en el planeta hubiera sido terminal mucho tiempo antes.

Cómo habrá sido de injusta la balanza en su vida que sus excesos lo privaron de disfrutar al máximo todo lo grande que fue. Pero, como dijo otro inolvidable como Fontanarrosa: “No importa lo que hizo en su vida, me importa lo que hizo en la mía”.

Maradona y la pelota nos marcaron a todos; nos dieron muchas de las más grandes alegrías a los de nuestra generación, esos a los que cuando nos lo quieren comparar con Messi preferimos esquivar la discusión; no podemos considerarlo, nos parece una falta de respeto. Maradona fue todo y fue nada, fue el más grande futbolista de todos los tiempos y la persona más odiada del mundo.  Contradicciones de un ídolo, argentino hasta el último lunar. La noticia nos sorprendió y nos quitó el hambre al mediodía de este jueves 25 de noviembre que desde ahora quedará marcado como el día en que la pelota y el fútbol lloraron.

El gol a los ingleses; cuando Gatti le dijo “gordito”… ¿para qué, Hugo?; el día que hizo lo que nadie: esquivar el flash de una cámara en la cancha de Boca cuando dejó a Fillol -nada menos que al Pato- sentado haciendo el ridículo; el baile en Alemania al ritmo de “Live is Life” durante la mejor entrada en calor de todos los tiempos; la sonrisa pícara y deslumbrante cuando besó la copa… Pufff… La cantidad de imágenes que se vienen a la cabeza no terminan nunca; ni terminarán.

Maradona vivió todos los mundos y todas las vidas, y aquellos que suelen decir que “Dios es burrero”, tienen razón: Dios fue burrero. Con su amor por Boca a flor de piel, bautizó a su caballeriza como La Bombonera, acercándose a la pasión por los caballos de carreras gracias a Héctor del Piano.

Héctor, el socio eterno del Bebe Correas, había grabado una publicidad de Talent con su empresa y como regalo de casamiento le obsequió al Diez la mitad de la propiedad de Dalma Nerea, una hija de Campero y Cortesía (Snow Festival) que recayó en el Stud de Ignacio Correas (h.) y que llegó anteúltima en su única actuación y que luego sería destinada a la cría, produciendo varios hijos con nombres sugestivos. Así llegaron Nob (Payant), Cani (Lord Hailey), Guillote (Lord Hailey) y Nico (Lord Hailey), aunque el mejor de todos ellos fue su primera cría, Diegol (Capo Máximo), que luego le daría al crack un triunfo de G1 en el Gran Premio Joaquín V. González (G1) de 1997 en La Plata. Para La Bombonera también corrieron el bueno de Midri (Bold Second) y el gradual Persuasivo Fitz (Fitzcarraldo), también Muy Enamorada (Equalize), los mencionados Nico y Nob (Newell’s Old Boys…), Dalgian (Ringaro), Punk Style (Ringaro), Babour (Binario), Lechuzón (Bid Us) y Genioan (Samoan). En total, la chaquetilla azul y amarilla ganó18 carreras.

A Maradona se lo vio seguido en una época por los hipódromos, disfrutando de sus propios caballos y también, por ejemplo, entregando las copas en Palermo cuando en 1996 Refinado Tom (Shy Tom) ganó la Triple Corona. Fue una de las tantas pasiones en su vida apasionante.

Los manuales de periodismo nunca recomiendan hablar en primera persona, pero es imposible no hacerlo, sería injusto no hacerlo ante tanto sentimiento dentro, porque Maradona marcó mi vida, me hizo reir, llorar, sufrir; nos subió tantas veces a esa montaña rusa a la que él estaba tan acostumbrado, pero nosotros no… Se fue el hombre, el crack, el jugador que nos hizo amar todavía más el fútbol y la pelota. Aunque ella, claro, fiel como nadie, jamás lo traicionaría, nunca se prestaría a darle todo a otra persona. Gracias eternas Diego…

Diego H. Mitagstein