Con 80.000 trabajadores en sus filas, el turf tiene que empezar a buscar los carriles para sentarse a la mesa con el Gobierno a buscar soluciones para lo que vendrá

Siguiendo atentamente los vaivenes de la Argentina con el tema del Covid-19, su avance y aparente momentáneo control, hay otro asunto que empieza a golpear la puerta de las preguntas: el económico. 

Pareciera que a la par del plan de salud que parece mostrarse efectivo en el control de la pandemia debe empezar a divisarse en el horizonte el otro, el que empiece a hacer mover la rueda de nuevo y que evite que la mayor parte del país entre en una virtual quiebra. 

El turf claramente no es una de las  preocupaciones que tenga el Estado en este momento, de hecho, no se le debe de haber cruzado por la cabeza a nadie saber cómo andamos. De siquiera mencionarlo no faltará el tonto que diga lo que ya todos sabemos que va a decir sobre nosotros. Pero está la otra mirada, la de una industria que se funde un poquito más cada día, que emplea aproximadamente 80.000 personas de forma directa, cifra que nos iguala con otras patas fuertes en Argentina y que nos debería colocar, al menos, en la discusión; permitirnos sentarnos a la mesa.

Claramente es muchísima más la gente que vive del turf que la que se divierte con el turf. El verso del “jueguito de los ricos” se termina en un segundo; alcanzará con sólo recordar aquella cifra, la misma que los propios oficialistas hace apenas un puñado de meses convalidaron como ciertas al defender la Ley en el marco del intento de María Eugenia Vidal para quedarse en un plazo determinado de tiempo con el dinero del fondo de reparación para “tirarlo a la política”; o, más cerca en el tiempo, cuando en épocas de elecciones se pasearon por los haras y por la hípica moviendo sus “contactos gremiales” para cautivar a la hípica y decirle que no la iban a tratar como “los otros”, sino como corresponde y como merece.

Entonces, volviendo al interrogante del principio: ¿porqué el Estado no puede considerar a la industria hípica como tal?  ¿Porqué no sentarse a la mesa con el sector como se está haciendo con el turismo, los industriales, etc., etc.? ¿Será error nuestro el de no poder llegar donde corresponde para discutir la problemática?

Un político con muchos años de caminar la cancha le comentó al cronista ayer: “Tenemos que encontrar con quien hablar. La persona correcta y con el peso necesario para conseguir las cosas que se necesitan para sobrevivir y estar listos para volver al ruedo cuando se pueda. Pero si no conseguimos esa persona, como sí ya lo han conseguido otras industrias, quedaremos cada vez más lejos, hasta llega al fondo del tarro”. Simple: el hombre dijo lobby o, utilizando un término más nuestro, “mover la carrera”.

Pero, que se entienda, no lobby para “sacar ventaja”. Lobby para que se nos escuche en un lugar de influencia, de peso; lobby para explicar la problemática, recordar las viejas promesas y tentar un plan de salida de esta crisis; tampoco debe ser un lobby para seguir “mangando”, pues da la sensación de que se está creando un nuevo paradigma burrero y que podría haber llegado para quedarse: el turf si quiere vivir deberá hacerlo por sí mismo, generando los recursos, salir de la comodidad del cheque a fin de mes para optimizar sus recursos. Pero hay que tener un plan, una propuesta. ¿Existe? 

Será entonces también el momento para decir que sin juego vía internet, con una plataforma propia de los hipódromos -que ya tienen lista…- para poder ampliar su captación de apuestas, la vía más económica y veloz para poder pensar en aumentar los volúmenes, estaremos lejos del disco. 

También existe la posibilidad del comingle y luego, claro, habrá que sumar bocas de expendio en las agencias de lotería, una gestión mucho más lenta y de menor rinde también. Dicho sea de paso, dejemos de repetir que el juego por internet es el futuro, pues hace más de 10 años que es la llave para el mundo; en todo caso, sería preferible reconocer que tenemos el asterisco de haber largado muy retrasados.

Aquí aparece otro problema. Los agencieros se sienten amenazados ante el juego por internet y exponen que hay 2000 empleos en riesgo. La frase encuentra apego en la dirigencia hípica, pero nadie se da cuenta que si esto se funde esos trabajos se perderán de todas maneras y de una forma mucho más traumática. En el mundo conviven todas las formas de apuestas: ¿porqué aquí no podrían hacerlo? Están tirando al piso al sistema que dio socorro al planeta turf sin ponerlo a rodar. Sólo por preconceptos y cuidar la quinta. Somos increíbles, auto destructivos y, principalmente, egoístas. 

A los hombres de las agencias habría que decirles que los propietarios están dejando de pagar las pensiones y llevándose sus caballos al campo cuando hay un resquicio; los que no lo hicieron, lo harán cuando se levante la barrera que impone la cuarentena. Los cuidadores que se quedan sin caballos se quedan con la gente del stud, otro lío; los haras no han podido comercializar ni un producto, y cuando lo puedan hacer los precios serán pura pérdida. Y no nos olvidemos que el día que vuelvan las carreras se va a correr por monedas ¿Se dan cuenta? Los 2000 empleos rodarán automáticamente con el devenir de la crisis, que tiende a profundizarse. 

¿Y las hípicas de las provincias? Si en San Isidro, Palermo y La Plata la crisis es gigante, tierra adentro todo es peor. 

Hay algo más y que genera impotencia, tristeza y bronca. El Estado elevó vía la AFIP un listado de actividades que pueden postergar por 60 días el pago de las cargas sociales. Y, ninguna sorpresa, la actividad de haras (código 14221) no está incluída…

Las Loterías están cerradas, es cierto, pero los teléfonos, al menos por ahora, funcionan. Falta mucho para que se escuche otra vez la campana de largada en Palermo, San Isidro y La Plata, quizás bastante más de lo que todos nosotros creemos. Pero es el momento de poner lo que hay que poner y salir a dar pelea, a morir de pie. De mostrar lo que somos, pasar facturas si hace falta y luchar por esos 80.000 trabajadores que hoy miran incrédulos y desesperanzados como la vida y el destino los están fajando. 

El turf tiene una misión ya y es la de hacer pesar su carácter de industria, de generadora de empleo y de receptor de muchísimos trabajadores que no están en el radar, que el sistema desprecia; que nosotros tomamos, educamos y a los que le damos dignidad, alegría y esperanza.

Diego H. Mitagstein