El hijo de Pulpit y la campeona Campagnarde trabajó en los haras Torre Herberos, Costa Del Río y Buen Ojo, siendo propiedad en la actualidad de este último

TANDIL, Buenos Aires.- Stratostar no habrá sido el mejor padrillo de todos los tiempos en la Argentina, pero con su generosidad y su pedigree bien nuestro se ganó el cariño de todos quienes tuvieron que ver en su paso por los haras nacionales. El hijo de Pulpit murió en esta ciudad, donde descansaba a sus bien llevados 21 años.

Actualmente como propiedad de Buen Ojo, la cabaña de Sebastián Rivera, el zaino era un hijo de Pulpit (A.P. Indy) y la inolvidable campeona Campagnarde (Oak Dancer), la zainita de Las Ortigas que ganó el Selección (G1) de Palermo y que luego viajó a los Estados Unidos para brillar en California bajo la preparación de Charlie Whittingham antes de convertirse en una madre de excepción.

El zaino corrió desde los 2 a los 9 años en las pistas del norte, en una campaña extensa en tiempo y en salidas, como que en 59 apariciones alcanzó 15 victorias, 9 segundos y 8 terceros, uno de ellos en el Black Tie Affair Handicap (L) de Arlington Park, totalizando en premios la nada despreciable cifra de 377.225 pesos.

Hermano materno de los ganadores de G2 Lovely Rafaela (A.P. Indy) y Rize (Theatrical), y también de Union Camp (Dixie Union), que en nuestro país produjo a los ganadores de G1 Besitos (Cima de Triomphe) e Idalino (Pleasantly Perfect), Stratostar comenzó sirviendo en el Haras Torre Herberos, luego pasó a Costa del Río y para 2018 llegó a Buen Ojo, donde dejó 10 yeguas servidas en 2020.

En total en Argentina el padrillo produjo 172 crías, de las cuales 75 llegaron a las pistas y 29 de ellas ganaron, destacándose en ese grupo los ganadores clásicos La Linda, recordada zaina que corría en serio, y Crazy Strong, sin olvidar otros nombres rendidores como los de Lovers In Japan, Codi Strac (foto), Vanidoso Appeal, Harlem, Go Katrina, Latin Wood y Oxford Street.

A sus 21 años Stratostar se fue a galopar a las nubes y para todos quienes tuvieron la posibilidad de tenerlo en sus vidas, más allá de no haber lucido en las estadísticas, fue uno de esos caballos macanudos, queribles.