El joven criador, propietario del Haras Las Raíces, murió este viernes en un accidente de tránsito; sencillo, generoso, disfrutó a pleno de una pasión que encontró ya de grande 

Por Diego H. Mitagstein

A veces el destino tiene vueltas que nunca llegamos a comprender. Comete injusticias grandes, dolorosas, esas a las que digerirlas se hace prácticamente imposible. Federico Caracoche fue un tipo sensacional, gente buena, de la que no sobra, al que un fatídico accidente de tránsito nos lo arrebató a todos en la tarde del viernes, privándolo de disfrutar la mejor parte de la vida y, en lo estrictamente hípico, de cosechar en su máxima expresión los frutos de todo lo sembrado desde su Haras Las Raíces.

En una época en la que la depresión le había ganado, Fede, porque hacía le decían todos, encontró en los caballos y en la cría un cable a tierra que, además de devolverle la alegría, le generó una pasión enorme. Siempre le dio formato boutique a su cría, con poco pero bueno, con la premisa de calidad por sobre cantidad. Ayudado en sus comienzos por Ignacio Jaimes, con otros colaboradores como Federico Iguacel o su amigo Enrique Marengo, y forjó luego una dupla efectiva con Marcos Tarelli, su mano derecha.

Disfrutaba de los caballos y del haras con los amigos, era un apasionado que quería aprender, que podía quedarse horas hablando de turf. Se entusiasmó tanto que después de alquilar por un tiempito las instalaciones del viejo Haras Los Sauces, en Capitán Sarmiento, compró el campo y lo transformó en una belleza, en un lugar divino, único, disfrutable, como el quería. En su oásis.

Incorporó genética fuerte, apostó por servicios de padrillos de primera línea y se dio el gusto de criar al G1 Forty One (Archipenko) y a los ganadores clásicos La Javiera (Ghostzapper), Endomondo (Endorsement), Días y Flores (Exchange Rate), Darth Vader (Master of Hounds) y He’s Cool (Endorsement), pero había mucho más por venir.

Tenía también una muy pequeña operación en los Estados Unidos y en los últimos días se había puesto muy feliz de que su yegua Días y Flores había quedado preñada de Candy Ride; de que en unos meses iba a poder disfrutar de esa cría que tanto soñó con tener del crack argentino.

Federico Caracoche se fue demasiado joven, por esos giros del destino inexplicable. Disfrutaba al máximo de su familia, acababa de ganar el Montevideo con Subsanador (Fortify), en el cuál tenía un porcentaje, y tenía muchísimos planes. La vida muchas veces es ingrata, injusta. Fede no merecía irse tan pronto. Era un gran tipo, de esos que se extrañan grande.