El entrenador argentino agradeció a la fenomenal Blue Prize por hacerlo vivir un momento inolvidable

ARCADIA, California (Especial para Turf Diario).- El sabía que su momento iba a llegar; que el turf y la pelea que le puso a las adversidades lo iban a dejar disfrutar de ese “lugar” soñado. Ahora, a la distancia, quizás, ese haya sido el principal motor para no entregarse nunca, para pelearla desde abajo, bien de abajo, a sabiendas de que en algún instante pasaría.

Peonó, galopó, fue asistente, se bancó jefes insoportables hasta que un día todo se encaminó. Llegaron Bill Currin, Sagamore Farm y la decisión de abrir su propia caballeriza, arriesgada, pero en el momento lógico. A casi 4 años de ese paso trascendental, Ignacio Correas (h.) puede decir ahora que lo logró, que la victoria de Blue Prize en el Breeders’ Cup Distaff (G1) fue la carrera de su vida, por la que se partió el lomo tantos años.

Pasaron 25 años (sí, 25 años) para que el heredero de la historia de Las Ortigas, “Nacho”, volviera a levantar una copa de G1 con su nombre; si eso no es perseverancia, la perseverancia donde está. Y aún en su hora de gloria no olvidó poner delante de todos al caballo, su vida, su pasión.

“Lo primero que tengo que hacer es agradecer a Blue Prize. Ha sido grandiosa para todos nosotros. También a Joe -bravo, el jockey- por la gran conducción que le dio y a sus propietarios, por confiar en mí. Fue primera Breeders’ Cup, y la ilusión es que no sea la última”, cuenta el argentino, emocionado, acompañado por muchos amigos que viajaron hasta Santa Anita para alentarlo.

“El año anterior había corrido muy bien, buscando ganar. El único cambio que uno puede ver respecto de la yegua que teníamos en 2018 fue que en sus últimas tres carreras decidimos esperar un poco más en el desarrollo, y evidentemente le cayó muy bien. Fuimos muy afortunados en haberlo implementado. Fue increíble todo lo que vivimos con ella y probablemente ahora le tengamos que decir adiós, pero estoy seguro de que aquél que se la lleve la va a cuidar muy pero muy bien. Es, sin dudas, el caballo de mi vida, no se si alguna vez me va a tocar tener en mi stud algo parecido, pero ya tenemos la alegría de que nos tocó una vez. Eso, en la carrera de un preparador, es mucho decir”.

Correas, que el domingo volvió a ganar, pero en Churchill Downs, disfruta su mejor temporada, con 30 triunfos a la fecha y más de 3.000.000 de dólares ganados por sus pupilos, números que lo ponen feliz. Al respecto, cuenta: “No se si tendré algún otro momento como este, y, como dije, la mayor parte del crédito va para Blue Prize. Realmente no conozco buenos entrenadores con malos caballos, uno necesita este tipo de campeones para poder demostrar lo que puede hacer, ellos te llevan a estos momentos únicos. No tengo palabras para lo que estoy viviendo”.

En la previa, el cuidador no tenía dudas al respecto de su adaptación a una pista nueva, un clima nuevo, y explica: “Le encanta Churchill Downs, le encanta Saratoga, le encanta Keeneland y, por lo visto, también ama Santa Anita. No tiene problemas en viajar ni para adaptarse, es tan buena como se le pida”.

Correas volvió el domingo por la noche a Lexington para volver a la rutina, a la espera de ver qué sucede con su campeona. Quizás, el destino, le entregue la posibilidad de seguir disfrutándola. Seguro, sería un sueño cumplido.

Diego H. Mitagstein