El crack terminó en perfecta forma tras su muy buen cuarto en el Breeders’ Cup Mile, y ahora descansará un tiempo

La Breeders’ Cup XXXVII ya es historia. Keeneland volvió a brillar, ofreciendo una organización perfecta para un show que en la pista tuvo todo lo que se esperaba, aunque el dato de la ausencia de público es algo que cuesta digerir, como sucede con cada uno de estos espectáculos masivos que por la coyuntura deben ir acomodándose sobre la marcha.

Faltaron esas tribunas repletas de entusiasmo, pero la pasión igual dijo presente; eso es lo importante, como también dijo presente el turf sudamericano, con un aporte a esta altura ya histórico en la serie y muy a pesar de que, por ejemplo, por la pandemia debió darse de baja el programa Win and You’re In para la región.

Nuestro continente estuvo representado por el crack Ivar, en una empresa casi cien por ciento continental. Nacido en Brasil, propiedad de brasileños, atendido por otro brasileño como Paulo Lobo y campeón tras su paso invicto paso por las pistas argentinas, el zaino defendió nuestro prestigio con absoluto corazón, dejando una muestra que debe ponernos felices a todos.

Sólo los 3 europeos de Aidan O’Brien y Coolmore, Order of Australia (Australia), Circus Maximus (Galileo) y Lope y Fernández (Lope de Vega) pudieron adelantársele, por lo que, por poder transitivo, el cuarto lugar del hijo de Agnes Gold en el Breeders’ Cup Mile (G1) lo deja como el mejor caballo del momento radicado en los Estados Unidos en la milla de césped.

Lo de Ivar fue excelente, pero mejores aún son sus perspectivas. “Esperamos tener un caballo mucho mejor el año próximo”, contó Beto Figueiredo, el manager de RDI y Bonne Chance Farm. Con apenas 4 años y un puñado de carreras como experiencia enfrentó con grandeza a lo más selecto de la división y el 2021 le abre enormes ilusiones.

“Por fortuna el caballo terminó la Breeders’ Cup en perfectas condiciones. Ahora será tiempo de que descanse y mi idea es retornar con él para abril de la próxima temporada en Keeneland”, sumó Paulo Lobo en conversación con Turf Diario, muy satisfecho con el resultado y sobre todo porque el crack haya terminado entero.

Como siempre ocurre, la serie de carreras más importante del mundo dejó datos para tener en cuenta. Por ejemplo, que Brad Cox se convirtió en el segundo entrenador que gana cuatro carreras en un mismo año, repitiendo la hazaña de Richard Mandella en 2003, cuando se corrió en Santa Anita, aunque por aquél tiempo la oferta de competencias era menor que la actual. También se lució el jockey Irad Ortíz Jr, que por tercera temporada consecutiva se llevó el Bill Shoemaker Award, trofeo con el que se premia al jinete más exitoso del campeonato.

La cosecha de Ortíz Jr. incluyó los triunfos con Golden Pal (Uncle Mo) en el Juvenile Turf Sprint (G2) y con Whitmore (Pleasantly Perfect) en el Sprint (G1), además de haber llegado segundo con Improbable (City Zip) en el Classic (G1) y tercero con Sharp Samurai (First Samurai) en el Dirt Mile (G1).

Los jinetes Pierre-Charles Boudot, Luis Sáez, Tom Eaves y Colin Kean se dieron el gusto de ganar por primera vez en la serie durante la edición 2020, al igual que los preparadores Dermot Weld, Ron Moquett, Kevin Ryan y James Fanshawe. Para todos ellos el paso por Keeneland resultará seguramente inolvidable.

A pesar del Covid-19, de las dificultades, de la ausencia de público, una vez más la Breeders’ Cup demostró el imán que tiene para robarse la atención del planeta turf, como sucede ininterrumpidamente desde 1984, cuando un grupo de criadores dio origen a un formato revolucionario y que hoy es un clásico éxito de cada temporada.

Entre Authentic (Into Mischief), Monomoy Girl (Tapizar) y tanto crack, volvió a haber uno de los nuestros, y es otro motivo de festejo. Sudamérica es potencia, a pesar de todo; siempre dice presente y se muestra competitiva. Y, por lo que dicen, prontito, el año que viene en Del Mar, podemos volver a tener ilusiones…