Villaguay vivió su gran fiesta, con más de 7000 personas en las tribunas

VILLAGUAY, Entre Ríos.- Se abrazaban; saltaban y gritaban como si hubieran salido campeones del mundo; en rigor, para ellos el triunfo de Foscarini en el Gran Premio Santa Rosa de Lima había sido levantar la copa en Rusia en lugar de los franceses. La pasión es una cualidad común para el turf argentino, se hable de hipódromos centrales o de los muchos satélites que desparraman la pasión tierra adentro. Aquí, hubo otra muestra grande de cariño burrero.

El hijo de King’s Best marcó el punto culminante dentro de la jornada especial que se vivió el último domingo en el Jockey Club de Villaguay, en Entre Ríos, la provincia que más hipódromos en actividad tiene en la actualidad; esa desde la que llegan decenas y decenas de caballos todos los días para competir en los máximos; donde el amor por el turf y por los caballos de carrera involucra a la familia entera.

Domingo Correia es uno de los hombres que trabaja para que la pista local siga adelante, organizando reuniones cada 45 días, aunque confiesa que tiene el sueño de que pronto sea una vez por mes. “Acá hay un grupo de gente que deja todo para que tengamos carreras; nuestros hijos dan una mano, nuestras esposas hacen lo mismo. Es lo que nos sostiene y nos alimenta”, dice el médico neumonólogo que, además, es propietario del Haras Guante Blanco, al que se puede llegar “caminando” desde la ciudad…

Todavía las carreras son extraoficiales en Villaguay, dato casi obligado para muchas pistas del interior del país, pero la fiesta del Santa Rosa de Lima es especial, como tantas otras en las provincias. Hay buenos caballos en la cancha, clásicos cuadreros y también “largas”; y presencias de cracks como Gustavo Calvente, Gustavo Villalba y Brian Enrique que, aún convaleciente ante su reciente lesión, se hizo un hueco para estar, orgulloso.

Nada resulta desconocido en Villaguay. El panorama con las familias disfrutando a pleno, gente encima de las “cajas” de las camionetas para no perderse detalle ante la falta de espacio en las tribunas por la elevada concurrencia (estimada en 7000 espectadores); y los pintorescos remates que no dan tregua son escenario conocido y que puede apreciarse en cada reunión que fin de semana tras fin de semana se disputa fuera del “circuito grande”.

El ejemplo de Villaguay y el Gran Premio Santa Rosa de Lima sirve como gran ejemplo en un momento donde el debate general por el futuro de la hípica habla de un turf federal, de achicar las diferencias entre los grandes y los más chicos, de poder encontrar un marco en el que los circos y los jockey clubes del interior puedan ser parte de un gran sistema de simulcasting que termine en un desarrollo amplio y permita aspirar al crecimiento.

Gerónimo Parma, jockey bien conocido por su exitosa etapa platense, no paraba de recibir saludos tras montar a Foscarini -y también a Ninguno Igual (Equal Stripes), con el que se llevó el Clásico Municipalidad de Villaguay batiendo a Desmantelada (Stormy Atlantic), otro nombre de ascendente gradual-. Los dueños de héroe de la tarde seguían saltando, recibían copas y saludos, y soñaban con que el sol quedara suspendido en el aire para que el día no terminara más.

En Villaguay, como en tantos hipódromos del interior del país, la pasión por las carreras de caballos y por los caballos de carrera está latente, viva; a la espera de lo que alguna vez esperan ver todos: que la realidad no hable de esfuerzos individuales o de pequeños grupos para pelear por la pasión de muchos.

Diego H. Mitagstein