Después de la reunión con el Estado la situación del turf pasó de difícil a crítica al negársele la posibilidad de correr, como mínimo, hasta agosto

El turf nacional recibió un mazazo inesperado al término de la reunión que este lunes sostuvieron en la Lotería provincial los representantes del Estado con “nuestros” enviados especiales. Más allá del apoyo manifestado para con la actividad, de que se girarán (al menos eso se prometió) los dineros adeudados por el Fondo de Reparación, la respuesta que todos querían, correr a principios de julio a más tardar, no se encontró.

Por el contrario, el punto fue el único negativo del encuentro, con la idea de volver a escuchar la campana de largada en agosto, aunque con ninguna seguridad de que así sea. Se dijo que si la pandemia ayuda, podría darse un par de semanas antes, pero da la sensación de que el virus no dará precisamente una mano, por el contrario, podría retrasar todavía más el regreso.

La crisis del turf hoy es terminal, y después del sopapo de ayer se avecinan dos meses durísimos e interminables. Y, repetimos, ojalá que sean sólo dos meses. La desazón ganó por varios cuerpos la carrera y muchos propietarios ya decidieron dar de baja caballos en entrenamiento, mandar otros a descanso o retirar yeguas que tranquilamente podrían mantenerse en competencia. Después de 3 meses de “pay per view”, la paciencia y la economía los superaron y dijeron basta. La respuesta es lógica.

“Si hubiéramos sabido esto, levantábamos campamento antes y para esta altura volvíamos y achicábamos las pérdidas que ya sufrimos”, dijo a Turf Diario un hombre de años y con muchas fotos en las paredes de su casa. Fue un sentimiento casi general.

Los cuidadores, que ya empezaron a ver el rojo en sus cuentas, quedaron en alerta; saben que se les viene el vendaval; que podrían quedarse sin muchos de los caballos que ocupan sus boxes y con los gastos fijos inamovibles; arruinados. 

“Esto sólo lo podrán pasar los que tienen espalda”, contó otro soñador de las pistas, que todos los años se le anima a un par de productos en los remates buscando ese G1 que todavía no consiguió. Parece que ni “los que tienen espalda” están dispuestos a mantener tan grandes quebrantos. Muchos llevaron sus caballos a sus campos y habrá que ver qué resuelven ante este nuevo panorama. También es lógico.

Puede ser que la reunión haya dejado cosas positivas, pero la realidad manda; y la realidad tiene con el 1 de largada la necesidad imperiosa de correr; tal como los peluqueros o los oftalmólogos necesitan abrir sus salones o consultorios; o los clubes sus canchas. En la Argentina nadie resiste tantos meses sin subirse al tren de la producción y el trabajo. La quiebra es inminente. Desde hoy y hasta el día que se pueda volver a las pistas, que nadie sabe a ciencia cierta si será en agosto, septiembre, octubre o “el día del arquero”, será un proceso interminable, triste, de incertidumbre, a través del que mucha pasión morirá ante la crueldad de los billetes.

La vuelta del turf hoy no es un tema de salud. La hípica ha demostrado mundialmente su inmunidad ante el Covid-19 cuando se adoptaron las medidas y los protocolos necesarios. De hecho, casi no quedan países sin turf. Hoy es un tema político, y ningún dirigente pondrá las manos en el fuego por las carreras de caballos, arriesgándose a que la opinión pública -y mucha gilada también- vaya a caerles por los hombros si habilitan la vuelta del “deporte de los ricos” sin dejar trabajar a un peluquero.

En esta pandemia que en Argentina amenaza con ser eterna el turf rodó ante la política. Alguno de los presentes en la reunión fue bien gráfico: “Cada cuál se fue contento porque se llevó lo que fue a buscar, plata o una fecha fija, aunque sea irreal”. Mejor estuvo un colega muy amigo que resolvió todo en 3 palabras: “Hubo ‘empate técnico’”.

En la tormenta perfecta, los “médicos” tuvieron que elegir a quien ponerle el respirador y, claramente, el beneficiado no fue el turf, más allá de promesas y de buena voluntad. En nuestro mundo reina el día a día y así será insostenible, profundizando una crisis que ya está 200 metros bajo tierra. Habrá que rezar para que la hípica pueda ganar la batalla aún desconectado del ventilador… 

Diego H. Mitagstein