Antes de “abrir su oficina”, el nuevo Administrador le pidió la renuncia a Gustavo D’Audia, Andrés Smetana y Jorge Iñigo

LA PLATA.- Hace unas horas, aquí sólo se hablaba de la posibilidad de que los caballos volvieran a varear después de varias semanas. Pero, en un abrir y cerrar de ojos, y luego de 3 llamados telefónicos, el ángulo de la información cambió y las miradas se depositaron en las renuncias que fueron obligados a presentar en el día de ayer Gustavo D’Audia, Presidente de la comisión de carreras; Andrés Smetana, Jefe del Servicio Veterinario; y Jorge Iñigo, Gerente de Administración y Finanzas.

Para los tres la razón fue la misma: “cuestiones políticas”, lo que traducido al castellano básico es: “ustedes vinieron con la gestión anterior, ahora se van porque tenemos que poner gente nuestra”. La orden bajó desde la Lotería provincial presidida ahora por Omar Galdurralde y fue ejecutada por Pablo Oriolo, el recientemente nombrado Administrador del Bosque y que antes de abrir su oficina ya se cargó a 3 personas muy respetadas y trabajadoras, con virtudes y con errores, pero que cumplían su trabajo con eficiencia.

La situación no es potestad del Peronismo, que quede claro; en Argentina nada se respeta, da lo mismo trabajar bien que cometer errores todos los días; lo importante es la bandera. Si sos de los nuestros o si sos de los contrarios. Quizás allí debamos buscar muchos de los problemas que tiene nuestro país, hundido en una pobreza extrema -en la que todos pusieron su “granito de arena” y, para colmo de males, jaqueado por la pandemia del Covid-19 como para hacer las cosas todavía más complicadas.

El turf, entre desgracia y desgracia, debe convivir con gente que no tiene ni la más mínima idea de qué se trata la actividad; “oficiales” de turno que ocupan un puesto y, en muchos casos, ni siquiera preguntan para ponerse medianamente a tono con lo que tienen que hacer. Es lo de menos, claro.

Pues bien, en La Plata otra vez la política se metió en el turf. En realidad, es lo que viene sucediendo desde que el querido hipódromo, fuente de cracks y profesionales excelentes, se estatizó, transformándose en una caja preciada, en un lugar ideal donde depositar gente acomodada para que “se gane un manguito”. También, como ya se sabe, donde hacer negocios turbios.

Ni D’Audia, ni Smetana ni Iñiguez merecían dejar sus cargos; mucho menos de la forma en que todo se está dando. Sin ir más lejos, bien entrada la noche del lunes D’Audia seguía teléfono en mano tratando de habilitar los vareos, en trabajo conjunto con los empleados del hipódromo y con las fuerzas vivas del turf. Aquí no hubo piedad ni raciocinio; aquí sólo hubo política. 

D’Audia llegó en 2016 al Bosque y Smetana para la misma época, este último buscado especialmente por Melitón López para darle un cambio de rumbo a la parte veterinaria, tierra de nadie por ese entonces y desde casi siempre. El profesional trabajó y se metió hasta donde nadie se había animado. Habrán sido por eso la cantidad de amenazas que recibió y las muchas veces que debió cambiar una goma de su auto casi de madrugada para volver a casa después de que los “vivos” trataran de persuadirlo para que aflojara. Lotería le paga así, “invitándolo” a irse.

Antes de las elecciones, el actual partido de Gobierno vino al turf a buscar votos, y los consiguió. Era una carrera fácil, una CA: María Eugenia Vidal, la ex Gobernadora, había tratado de quitarle a la hípica el respirador unos meses antes, ganándose la antipatía general de la actividad.

“Una industria como el turf no se merece pasar por lo que pasó” decían enfrascados en la campaña. Claro, el día que asumieron se olvidaron de todo y, al menos hasta ahora, no han cumplido con su palabra. El fondo es una utopía -al final, da lo mismo si lo quitan por ley o por la fuerza, evidentemente…-, la actualidad una incógnita y el futuro… A veces el daño es el mismo o peor, sin importar desde qué ángulo de la cancha llegue el centro.

D’Audia, Smetana e Iñiguez pagaron con su trabajo el no ser “gente nuestra”, echados injustificadamente. La política suele hacer estragos, y el Hipódromo de La Plata lo viene sufriendo desde hace muchos años, incluso con nombres que pasaron por allí y hoy están complicados con la justicia. Hasta allí de lejos llegaron.

Ya sabemos lo que sucede cuando la política se mete donde no debe. Y hasta podemos mirar lejos y hacernos la idea de cómo terminan siempre esas historias que privilegian la lealtad o el color por sobre la eficiencia y el saber.

El turf está en terapia intensiva y no hay médicos en zona para atenderlo. En ese sentido tampoco importa el color del Gobierno, el de turno siempre responde con la  misma triste moneda: la de la injusticia y la ignorancia.

Diego H. Mitagstein