La hija de Cityscape ganó de forma notable el Clásico Miguel Angel y Tomás Juárez Celman (G2), casi en récord , y sigue invicta

La temporada pinta linda en serio para el Stud El Angel de Venecia. Hace algunas semanas se llevó el Gran Premio Miguel A. Martínez de Hoz, el primero G1 de 2020, con Village King (Campanologist), y este domingo en Palermo empezó a verle “la pata a la sota” a otra esperanza de las grandes.

Con la solidez de una yegua hecha, la potranca Linda Isabelle superó de la mejor forma todos los desafíos posibles que le proponía su anotación en el Clásico Miguel Angel y Tomás Juárez Celman (G2), saltando desde las condicionales, cambiando al césped porteño y pasando de los 1400 metros a la milla, además de enfrentarse por primera vez ante las mayores.

Pues bien, ninguno de esos puntos tuvieron incidencia en una actuación perfecta por parte de la hija de Cityscape y Harlan’s Fantástica (Harlan’s Holiday), que ganó como si fuera la gran favorita y con una contundencia llamativa para una categoría que venía mostrando finales de los más parejos.

Con Brian Enrique en sus riendas, la pupila de Carlos D. Etchechoury (fue presentada por Juan Manuel, su hijo) vino lejos y de las últimas y por dentro mientras, como era previsible, la favorita Grantland (Violence) marcaba el camino. En la curva empezó a tomarse las cosas un poco más en serio y se arrimó, pero al llegar el derecho llegaría lo mejor de su parte, avanzando rápidamente, dominando en dos saltos y cerrando con mucha potencia hasta sacarle 5 cuerpos a Kambara (Orpen), encargada de perseguir desde la partida a la puntera, y estableciendo un tiempazo de 1m31s39/100, a sólo 9/100 del récord que Emirate’s Girl (Lizard Island) estableció en esta misma carrera, pero en su edición de 2014.

Mediana de físico (su peso ronda los 440 kilos, Linda Isabelle dio en el domingo de Palermo una demostración terminante ante un lote bravo y se proyectó como una figura en ciernes para este 2021 que recién está dando sus primeros pasos. Tiene para soñar la gente del Stud El Angel de Venecia, que además, en este caso, disfrutó de la doble satisfacción de también haber sido el criador de una potranca sin techo a la vista, ni en su nivel ni en su distancia.