Algunas cuestiones adoptadas durante la pandemia ya deben quedar de lado y volver al formato habitual

El hombre encaró como siempre por la entrada de Fleming y Márquez para disfrutar de la jornada del Gran Premio 25 de Mayo (G1) en el Hipódromo de San Isidro, pero al ingresar la seguridad lo detuvo. “Señor, ¿dónde va?”, preguntó el hombre de sobretodo y corbata.

“Al hipódromo, soy propietario”, respondió incrédulo nuestro amigo ante una pregunta realmente tonta. La respuesta fue sorpresiva y sorprendente: “Por aquí sólo ingresan socios y, además, está colapsado”, mentía el “security”, pues si había algo que sobraba era espacio. En realidad, debe de hacer 30 años que no “colapsa” el enorme estacionamiento del norte.

Así, ya enojado, el hombre fue derivado a la entrada de Márquez al 700, debiendo dejar su coche en el medio del barro, y teniendo que caminar unas 5 cuadras para llegar al hipódromo.

Una vez dentro, ingresar a la Tribuna Oficial fue imposible, convertida en una fortaleza de casi imposible acceso, debiendo pasar su tarde de carreras soñada en el Paddock, a la intemperie, con pocas ventanillas para jugar y dos pantallas para mirar la carrera. Se la bancó, otra no le quedaba, pero su paciencia se colmó cuando en el subsuelo de esa tribuna le cobraron 350 pesos un café de parado y que ni siquiera pudo ser cortado, ya que el bolichito no tenían leche…

En Palermo, cuando se volvió a permitir el ingreso del público, se dispuso que para sentarse en la oficial había que pagar 2000 pesos y para hacerlo en el Paddock, 500, con ese dinero a devolverse en consumiciones y por persona. La pandemia servía de excusa para todo, pero, como el impuesto al cheque, la novedad aparentemente llegó para quedarse, porque todavía sigue vigente. Allí, otro amigo de la casa, subió a ver a su socio, con frío de por medio. “Tomate un café”, le sugirió el patrón, al menos para entrar en calor… “Dale”, contestó el hombre, tras lo cual se lo solicitó al mozo. Un minuto después llegó una chica y le pidió 2000 pesos por sentarse. 

El habitué a las carreras, sea propietario, público o profesional, si no paga no puede tener comodidad para estar en el hipódromo. No es justo. Es una tontería. Salvo que la idea sea hacer todo cada vez más selecto.