El hijo de Fortify se llevó de punta a punta el Gran Premio 25 de Mayo (G1), donde el favorito Miriñaque terminó cuarto

La tarde maravillosa del Stud RDI en el Hipódromo de San Isidro tuvo su momento culminante con el notable triunfo de Menino do Río en el Gran Premio 25 de Mayo (G1-2400 m, césped), completando el triplete para la divisa brasileña y que habían iniciado Neverwalkalone (Agnes Gold) y No Fear (Agnes Gold), la primera alcanzando su primer triunfo en la milla de arena haciendo “variedades deportivas” y la restante estableciéndose como máxima referencia entre las 2 años con su notable conquista en el Gran Premio de Potrancas (G1).

El trabajo apoyado en la calidad por sobre la cantidad, el no dejar ningún detalle librado al azar y el haber conformado equipos de trabajo que funcionan con perfección suiza (desde sus haras hasta los hipódromos, por supuesto) encontraron en esa tarde lluviosa y desapacible del día patrio en el escenario del Jockey Club una nota mágica.

Con el soporte de dos viejos “lobos de mar” como Alfredo Gaitán Dassié (que ahora cuenta 5 triunfos en el 25 de Mayo) y Juan Carlos Noriega (con 4 discos en la prueba ya), jockey y entrenador que si de algo saben es de ganar carreras grandes, el enorme (y enorme de verdad, porque pesa 564 kilos) Menino do Río concretó un triunfo resonante, que le dio ese salto de calidad que todo el Stud RDI esperaba desde hacía tiempo, a sabiendas de que tenían entre manos un caballo bueno.

Con 3 años, recién empezando a poder manejar y aprovechar ese físico llamativo, con sus pulmones haciéndose fuertes, el hijo del notable Fortify y Desert Dream (Elusive Quality) constuyó una muralla al frente y en la recta hizo estériles los esfuerzos de cada uno de sus rivales, dejándolos sin atropellada, en casi todo, por los parciales ultra suaves que estableció.

En la semana, Gaitán Dassié le había comentado al cronista que Noriega había ido a montar al zaino cada mañana, aprendiendo, encontrándole la vuelta, estudiando cada uno de los detalles y sus movimientos. Y ese desvelo del jockey cordobés rindió sus frutos, pues pudo manejar a la perfección las energías de Menino do Río, lograr que no se desgastara corriendo muy fuerte adelante y que en la recta final tuviera energías a las cuales apelar en el momento de la verdad.

En una cancha similar a una ciénaga, donde la mayoría sucumbió a lo largo de la tarde, el grandote se movió como pez en el agua, “durmiendo el desarrollo” con parciales de 27s54/100, 54s2/100, 1m19s94/100 y 1m45s41/100 y arrancando con mucha fuerza ni bien pisó la recta para desprenderse y despreocuparse de sus adversarios.

Se esperaba frente a las tribunas la arremetida del gran favorito Miriñaque (Hurricane Cat), el mejor caballo adulto del momento e invicto esta temporada, pero otra vez estuvo incómodo en la grama pesada de San Isidro, como ya le había pasado de potrillo en el Jockey Club (G1) y en el Latinoamericano (G1) de 2020. La cancha se lo tragó al tordillo, que lo dio todo por la parte interna para apenas terminar cuarto.

Los que más descontaron arriba fueron Soviet Again (Seek Again) y Pepe Joy (Fortify), finalmente segundo y tercero respectivamente, a 2 1/2 largos del ganador, separados por 3/4 de cuerpo entre ellos y con Miriñaque a 1 1/2 más. Detrás, en fila india, fueron llegando Jazz Seiver (Super Saver), Special Dubai (E Dubai), Mr Globalizado (Global Hunter) e El Camino Real (Il Campione), con Maret (Master of Hounds) debiendo ser desmontado en el codo.

El tiempo de 2m37s59/100 es el más fiel reflejo de las condiciones sobre las que se corrió el Gran Premio 25 de Mayo, con un Menino do Río que navegó la tormenta con clase y decisión, y apoyado en un equipo que hizo todo bien, antes y durante, y que marcó la diferencia.

En una tarde inolvidable para el Stud RDI, vinculado permanentemente a este tipo de festejos desde que desembarcó en nuestro país hace apenas un puñado de años, el ascendente Menino do Río se hizo más gigante de lo que es y le puso la frutilla a la torta, haciendo posible que, al contrario del cantito, la alegría fuera compartida entre brasileños y argentinos, encolumnados detrás de un objetivo que cumplen casi como religión: ganar carreras de las importantes.