La cantidad de carreras condicionales que se anulan en esas divisiones es preocupante, ante una programación arcaica

Por Diego H. Mitagstein

El turf argentino tiene los brazos enyesados en materia de actualización. Los dirigentes están cómodos con las cosas como están y no quieren entrar en ningún terreno que implique cambiar algo. Se escudan en una infinidad de excusas que no son más que eso, tienen respuestas sorprendentes cuando se habla con ellos de ciertos temas. En definitiva, sigamos como estamos…

Las programaciones en nuestro país son pésimas y como para muestra basta un botón, nadie (ni profesionales ni propietarios) puede planificar una campaña más allá de un mes de plazo, pues las cartas de entrada se publican con unas pocas semanas antes de que entren en acción. Partiendo de esa base, ¿qué puede salir bien?

Hace algunos años, cuando el Hipódromo de San Isidro decidió incorporar el sistema de índice que se implementaba en Chile, fue el primer paso hacia el precipicio. Del otro lado de la Cordillera se apela a esas categorías porque la cantidad de caballos disponible es insuficiente, algo que no sucedía ni sucede aquí, por lo que…

El índice empezó a mutar. Tras transformarse en la legalización del bombo, pasó por varios estados hasta llegar a lo que actualmente se conoce como categoría alternativa, algo así como las Leliqs de nuestra hípica, un sistema del que no sólo no se sabe cómo salir, sino que terminó por debilitar por completo la cantera de las condicionales.

Por décadas la hípica argentina vivió sin alternativas, y ciertamente que todo marchaba mucho más prolijo. Por lógica, una carrera la corren caballos con más opción, otros capaces de sorprender y otro grupo a la espera del milagro, nada que no se dé en un campeonato de fútbol, en un cuadro de un torneo de tenis o en un concurso de salto.

Claro, en ninguno de esos ámbitos se les ocurriría dar puntos extra, games de ventaja o menos vallas por saltar a manera de buscar emparejar las cosas. Apuntando a una “selección”, se prefiere la competencia, que gane el mejor. Los dirigentes del turf argentino, sin embargo, se las ingeniaron para tirarse un tiro en el pie y hasta elaborando diferentes posturas para justificarse.

Hoy por hoy en nuestro país, no debe de haber peor negocio que tener un caballo corredor. Para perdedores y matungos, las opciones sobran; para el resto, hay que prender velas, aunque tampoco todo es un lecho de rosas para los ejemplares que se desempeñan en las CA.

La cantidad de condicionales de proyección que se vienen anulando han provocado muchísimos enojos, con caballos parados por varios meses sin la posibilidad de competir. O, peor, como le pasó a algún entrenador cuando le fue a reclamar esto a un dirigente, que le contestó casi con desprecio: “Y bueno, entonces corre los clásicos”. O el dirigente no sabe de lo que habla o fue una provocación. Y para los caballos de CA, después de ganar 2 carreras está el abismo, es ir a pelear con los leones.

Para los 2, 3 y 4 años, es muy complicado encontrar la carrera deseada; siempre hay que conformarse con lo que hay. Y la situación se complica muchísimo más si se tiene algún caballo con capacidades para la distancia; la espera puede ser eterna.

Se sigue llamando para 3 años ganadores de 1 y en la milla, en vez de apelar a un sistema más parecido al de los allowances y que sea 3 años y más ganadores en la milla, y equilibrar con los pesos, buscando que no salgan 5 anotados y evitar la anulación. No parece tan difícil de implementar. Se necesita un cambio. ¿Se puede intentar?