Claudio Brandoni nos empieza a deleitar con una serie de notas sobre genéticas, para los fanáticos de los pedigrees

Afortunadamente las polémicas fueron, son y serán infinitas (¡y como ayudan en épocas de pandemia!). Las discusiones sobre “el mejor de la historia” son inagotables. Se trate de lo que se trate: fútbol, boxeo, turf, pastelería, arquitectura o bochas.

En cuestiones de turf los argumentos suelen mezclar historia, conocimiento, pasión e intransigencia pero, como hípicos de ley, de la mayoría de ellas todos aprendemos algo.

Hace algo más de una semana me crucé con un tuit que mostraba una foto de Galileo con la leyenda “the greatest sire of all time” (el mejor padrillo de la historia). Me permití responder poniendo en tela de juicio esa afirmación a pesar de que lo considero ya en el Olimpo de los “breeding shape stallions”, aquellos ejemplares cuyos genes superiores han influido de manera determinante sobre las generaciones posteriores, muchas veces “copando” sus pedigrees. El dominio en la última década de Galileo al más alto nivel es demencial y en Europa reina absolutamente hace tiempo. Fue un portento como atleta y ese mismo atleticismo lo transmite de manera sorprendente y sostenida a su descendencia. Pero ya llegaremos a Galileo.

Hablando de copar pedigrees, es lo que podemos ver hoy en día con Mr. Prospector y Northern Dancer, omnipresentes a través de múltiples líneas en la cría de todo el mundo.

El pool genético de la raza comenzó a formarse y estabilizarse hace alrededor de 250 años por lo que el criador del SPC lo único que puede hacer es “editar” los genes que el pool, finito por definición, contiene.

Las madres y padres fundadores, que en las primeras décadas de desarrollo de la raza dominaban intensamente pedigrees con grados de consanguinidad astronómicos y verdaderos mojones como Hermit, Eclipse y Glencoe, le fueron dando forma al caballo de carrera.  Invariablemente, y siempre bajo la intensa presión de selección del criador, aparecen ejemplares que dejan su marca (“imponen” su ADN) en el pool genético y significan un salto adelante hacia la excelencia.

John Oxx, el entrenador de Sea the Stars, (hermano materno de Galileo) de legendaria campaña de pistas y uno de los mejores padrillos del mundo dijo de él: “es perfecto, una perfecta máquina de correr. Él es el punto al cual la cría del SPC, después de 300 años, ha llegado”.  Esa es la idea. De una parte de ese viaje, se trata esta serie de notas.

Para empezar a trazar algunos perfiles voy a arrancar, arbitrariamente, por St. Simon, el fenomenal hijo de Galopin (otro padrillo fundamental).

St. Simon (1881, Galopin en St. Angela por King Tom) fue un gigante de las pistas. Invicto al cabo de 9 salidas oficiales, ganó stakes desde 1000 hasta 4000 metros. Entre sus triunfos más importantes figuran la Ascot Gold Cup, la Epsom Gold Cup y la Goodwood Cup. Fue Campeón 2 y 3 años en Gran Bretaña.

Cuentan los historiadores que su propietario, William Cavendish-Bentinck, ganó más de la mitad de lo que embolsó en concepto de premios en matchs pactados y corridos privadamente contra los más creídos de la isla, de los cuales no perdió ninguno. A raíz de la muerte de su propietario original no había podido ser inscripto en ninguno de los 5 Classics pero mano a mano venció a los cinco ganadores.

Ya convertido en un gigante de las pistas, inició su tarea en el haras, donde se superó ampliamente. Ganó la estadística general de padrillos 9 veces y la de abuelos maternos en 6 ocasiones. Padre de padrillos, sus hijos esparcieron sus genes por todo el mundo, a favor de una de las primeras corrientes de importaciones clase A de países como los Estados Unidos, Argentina, Francia, Australia y Nueva Zelanda.

A nuestro país llegaron gigantes como Diamond Jubilee (propio hermano del gran Persimmon, padre de Your Majesty, columna vertebral de la grandeza de Ojo de Agua) y Pietermaritzburg.

Descripto como bien balanceado, con una espalda poderosa, buenos aplomos y excelentes manos, es también cierto que tenía los garrones algo lejos (característica que difundió incuestionablemente) y que tanto su carácter como el de sus descendientes no era el ideal.

Era propio hermano de Angelica, madre de Orme, otro de los grandes sementales de principios del siglo pasado.

En el linebreeding profundo St. Simon presenta masivas dosis (que equivalen a un linebreeding de 4×5) de Herod, Highflyer y Eclipse, los tres descendientes en línea paterna de uno de los tres padrillos originales de la raza: Byerley Turk.

La línea paterna de St. Simon, ya debidamente establecida como la más influyente de Europa, logró una verdadera hazaña en la estadística británica de reproductores de 1896 cuando él mismo terminó primero, su hijo St. Serf fue segundo y su padre Galopin tercero.

Decía que un breeding shape stallion perdura en los pedigrees de grandes exponentes de la raza a través de múltiples líneas que incluyen machos y hembras, ejerciendo su influencia de manera ostensible.

Los pedigrees de Congreve y de Nearco son un excelente ejemplo de ello. Ambos contienen múltiples de St. Simon en forma casi especular si se consideran sus dos mitades.

Los analistas de pedigrees de la vieja escuela recomendaban mirar al abuelo materno de un padrillo para anticipar si el mismo podría comportarse exitosamente también como damsire. St. Simon tiene como abuelo materno a King Tom, uno de los hijos de la gran Pocahontas, sin lugar a dudas una de las madres más influyentes de la raza y cuyo cromosoma X portaba el hijo de Galopin que, como se dijo más arriba, se adjudicó 6 veces la estadística de abuelos maternos. Que menos.

Para la próxima, el semental del que descienden en línea paterna directa más del 90 por ciento de los padrillos de la actualidad: Phalaris.

Claudio Brandoni

Brandon & Pedigrees