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Drive Joy, arena y gloria: Dany Etchechoury también gana donde menos lo esperan

  • Foto del escritor: Turf Diario
    Turf Diario
  • 2 jul
  • 3 Min. de lectura

El entrenador se lució en el Juvenile (G1) de Palermo, venciendo al favorito con un potrillo que nunca había pisado esa cancha y que respondió como los grandes


Carlos D. Etchechoury (izq.) sumó su cuarto Juvenile de las Estrellas / JUAN I. BOZZELLO
Carlos D. Etchechoury (izq.) sumó su cuarto Juvenile de las Estrellas / JUAN I. BOZZELLO

Hay historias que germinan donde nadie espera. Como las flores silvestres que nacen en la grieta de una roca, como un potrillo de césped que florece en la arena más exigente. El sábado, en Palermo, Drive Joy le dio a Carlos Daniel Etchechoury un triunfo que sabe distinto. Porque aunque en su hoja de ruta las grandes gestas suelen trazarse en el verde de San Isidro, esta vez fue la arena porteña la que lo vio brillar, con un potrillo que nunca antes la había pisado… y que terminó venciendo al gran favorito Amor de Contramano (Gouverneur Morris), el mimado de casi todos los boletos, en el Gran Premio Estrellas Juvenile (G1).

“Estoy muy contento con el triunfo del potrillo. Le teníamos una fe bárbara, pero sabíamos que en la carrera había un caballo como el de Juan Saldivia que, en los papeles, era casi imbatible, y eso valora aún más la victoria que conseguimos”, resumió el preparador con la serenidad de quien sabe lo que cuesta llegar alto. “Seguramente se volverán a encontrar y allí veremos qué sucede, porque son dos excelentes competidores.”

El desafío era mayúsculo. La pista, desconocida. El rival, una amenaza real. Pero el alazán respondió como los buenos, con la categoría que su gente siempre creyó que tenía. “Por suerte agarró bien la pista, que era el miedo mío, pero los caballos que sobresalen siempre superan cualquier obstáculo, y lo demostró.”

Ya en su actuación previa había dejado señales: “Quedó muy lejos en la suelta y arriba volaba en una pista pesada. Perdió, sí, pero aun así me demostró que era distinto. Ahora tenemos un lindo desafío por delante, porque hay clásicos tanto en San Isidro como en Palermo, y él ya demostró que no tiene problema con ninguna cancha.”

El entrenador se deshizo en elogios hacia su entorno y el esfuerzo que lo sostiene: “Aquí hay un trabajo muy serio del gran equipo que tengo. José, el capataz, es una bestia como trabaja en el día a día, y con un grupo de peones de primera eso hace que sea un stud donde se trabaja extraordinario. No me quiero olvidar de los veterinarios, de Cristian, de Ezequiel, de Coco y de Juan Carlos Bagó, que te dejan trabajar y te dan todas las facilidades que se necesitan para conseguir estos resultados.”

Drive Joy es de esos caballos que se entregan por completo en cada mañana. “Es de los que trabajando se juega un poco, hace un poco más de lo que yo pretendo. El día de la pasada fue espectacular. Le dije a Pepe -Martín Valle- que lo serenara, y me hizo caso. Después, en la partida final, me asusté un poco porque voló, y lo que menos quería era que se pasara.”

Como suele ocurrir en su equipo, nada se deja librado al azar. “Hablamos entre semana sobre cómo se podría dar el desarrollo, porque la duda era si el tordillo iba a correr adelante o no. Pero, más que nada, era pensar en el nuestro, no tironearlo y traerlo donde él viniera bien. Y la carrera se hizo así.”

Para Etchechoury, fue su cuarta victoria en el Estrellas Juvenile, que ya había ganado en 2007 con Mach Glory (Honour and Glory), en 2009 con San Livinus (Mutakddim) y en 2019 con el crack Ivar (Brz-Agnes Gold). 

“Yo en San Isidro me siento como en casa, ya lo viví así con mi papá. A Palermo venimos menos. Soy consciente de que acá cuesta un poco más… y también se valora más. Por eso este triunfo tiene un sabor especial.”

El turf se construye con estadísticas, trabajo y estrategia. Pero también -y sobre todo- con sensibilidad, intuición y convicción. A veces, para hacer historia, hay que atreverse a salir de la zona de confort, a cambiar el color del suelo bajo los cascos. Y cuando eso ocurre, florece la fe donde no había pisadas.

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