El excepcional jockey le dio el primer triunfo al país en la prueba continental con Savage Toss en La Plata durante 1989, y luego se impuso en 2005 con Don Incauto en San Isidro
Por Diego H. Mitagstein
Si el turf argentino tuvo un referente en las últimas décadas, ese fue Jorge Valdivieso. No sólo por sus cualidades enormes como jockey, sino también por sus enormes dotes de buena gente, de ejemplo, de compañerismo. Valdi es todo lo que está bien.
Para muchos el hombre que hoy transita sus 66 años fue el mejor jinete argentino de todos los tiempos, en una aseveración que agrupa todas aquellas virtudes que se enumeraron en el comienzo; parece mentira que hayan pasado casi 17 años desde aquella tarde de diciembre de 2007, cuando le dijo adiós a la profesión que abrazó desde muy joven en su Mendoza natal ganando las últimas dos carreras que corrió, en San Isidro.
La cercanía con una nueva versión del Longines Gran Premio Latinoamericano (G1), y, para colmo, a disputarse en el escenario del Jockey Club Argentino, trae a la memoria dos hazañas memorables en la trayectoria irrepetible del rubio, sus victorias con Savage Toss (Egg Toss) en la versión disputada en 1989 en La Plata, y la que alcanzó en las riendas de Don Incauto (Roy), en 2005, en la grama de San Isidro.
Desde que colgó la fusta Valdi fue entrenador y también parte del Comisariato norteño, del que se retiró hace ya unos meses, aunque sólo en febrero último haya abandonado efectivamente ese cargo: "Renuncié bastante antes de los episodios del Jockey Club, pero me pidieron que me quede acompañando un tiempo más y lo hice. Hoy sigo dando una mano con San Isidro, porque quieren que esté, acompañando a los jockeys, a los aprendices, dando charlas...", cuenta Jorge, con esa amabilidad que el paso de los años no sólo no le hizo perder, sino que aumentó.
Idolo de tantos hípicos, lanza ante el cronista una frase dura, pero asumida desde una madurez total: "La verdad que no ando bien, pero por ahora sigo adelante. Tengo una retinitis pigmentaria y que va avanzanado, llevándose mi vista poco a poco. No tiene tratamiento, pero hay que seguir adelante. No puedo leer, no miro tele, no manejo, pero todavía puedo moverme sólo y mientras pueda, seguiremos al poe pie del cañón", explica, sobre el problema de salud que lo aqueja hace ya varios años y que lo obligó a renunciar a ese puesto entre los comisarios.
Jorge es el turf argentino, y el turf argentino no sería lo mismo sin Jorge Valdivieso. Jockey del Año en 1984, 1985, 1986, 1987, 1988, 1989 y 2004, se hizo grande brillando ante monstruos del sillín como Vilmar Sanguinetti, y su vigencia perduró hasta los tiempos donde Pablo Falero y Jacinto Herrera, entre otros, empezaron a dominar las estadísticas. Lo ganó todo y lo disfrutó mucho, y sin dudas esas dos victorias en el Latinoamericano ocupan un lugar importantísimo en su arcón particular de los recuerdos.
"Y... Son cosas que no se olvidan nunca, que llevás siempre con vos. Son carreras difíciles, bravas, donde se corre con todo, hasta, a veces, perdiendo un poco los modales. El primer Latino que corrí, con I'm Glad (Liloy), me dejaron en el suelo y moví de más, con un caballo de genio y eso me terminó costando la carrera", señala, como para dar a entender que de las gateras para adelante, se acaban los amigos.
Se le recuerda a Savage Toss, y la memoria de Valdi está fina: "En esa carrera en el primer codo casi me dejan arriba de los palos de los golpes que me dieron, pero por suerte era un muy buen caballo y pudimos levantarnos y ganar, darle el primer Latinoamericano a la Argentina. Era un momento donde los caballos estaban complicados en general de salud por un tema de mocos y fiebre y no estaba lo bien que debería, pero era un pingo y en la cancha lo demostró".
Luego llega el turno de viajar hasta 2005 y recordar la gesta con Don Incauto, el tercero de nuestros triunfos en la prueba continental, pues en 1991 Potrillón (Ahmad) y Pablo Falero habían puesto garra y corazón es ese final inolvidable con el chileno Dilatado (Bal Royal) y L'Express (Un Reitre).
"La verdad que nos gustaba en fija. En el Pellegrini del año anterior la había regalado conmigo. Me bajé y le dije a su gente que la había perdido yo, no pude pasar por ningún lado durante mucho tiempo y cuando zafé, ya era tarde; entró cuarto cerca, pero definía. Después de esa carrera acá no perdió más, porque era otro caballo de los buenos. Ganar el Latino, en San Isidro, con Dany, San Benito... Fue el cóctel perfecto".
Por su problema en la vista, Valdi confiesa que no puede estar al tanto de muchas cosas de las que le encantaría estar: "Como no puedo leer, la verdad es que no se bien quienes corren, qué vienen de hacer, y tampoco puedo hacer demasiado más que escuchar lo que me van contando, pero por supuesto quiero que la victoria quede otra vez acá, y que podamos volver a festejar en casa, como nos pasó ya tantas veces".
Valdi extraña sus rutinas en el comisariato, jugar al paddle con sus compañeros y amigos; al fútbol, pero asume con grandeza lo que la vida le deparó a la espera de que la ciencia le de una mano, aunque dice: "Antes de la pandemia se estaban haciendo estudios sobre mi mal, pero después todo se paró y sabemos que la medicina es un negocio. Ojalá algún día cercano tenga buenas noticias, pero mientras hay que seguir firme y acompañando. Mientras la salud me lo permita y me pueda mover solo, así será".
El tiempo pasó, es cierto, pero Jorge Valdivieso jamás perdió ninguna de las cualidades que lo llevaron a ser un jockey de los más exitosos de todos los tiempos a nivel argentino y sudamericano, y también uno de los más apreciados por los aficionados, los entrenadores, sus colegas y los propietarios. Un ídolo.
El Latinoamericano, como tantas otras carreras, hizo recordar su nombre, y siempre es lindo escucharlo y aprender. Ya habrá tiempo de tratar diferentes temas, porque Jorge es la historia viva del turf, un ejemplo a seguir, una figura irrepetible e inolvidable.
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