Mientras en Argentina el Gobierno ignora a la hípica y en La Plata no se cumple la palabra, en Uruguay el Presidente visitó el Hipódromo Real de San Carlos, en Colonia

Por Diego H. Mitagstein

El turf argentino navega perdido en la inmensidad de la nada hace ya muchos años. Sigue su camino por inercia, por la pasión de su gente. Al menos por ahora, o al menos hasta cuando esa pasión aguante. Allá por febrero, Omar Galdurralde, Presidente del Instituto Provincial de Loterías y Casinos, prometía en declaraciones al Diario El Día de La Plata una “puesta en valor del Hipódromo de La Plata”. “Para este año se ha consensuado y presentado un plan de obras generales que posibilitará una puesta en valor importante del Hipódromo de La Plata. Los tres cimientos serán la renovación y puesta a punto de la pista principal, la construcción de una nueva empalizada y la incorporación de nuevas luminarias en base a tecnología LED”, le decía al matutino en pleno verano, sumando luego que “El 2020 fue un año muy difícil, pero pudimos mantener los puestos de trabajo y volver a funcionar. Estas actividades -el turf junto con los casinos y salas de bingo- generan miles de empleos directos e indirectos, y la recaudación contribuye a solventar gastos en salud, seguridad y asistencia social en toda la provincia.

Bien, ya llegando a septiembre, la “puesta en valor” brilló por su ausencia, el Bosque atravesó por conflictos de todo tipo y aún no soluciona ni el más pequeño de los problemas que tiene. No recibe público, sus instalaciones son una vergüenza, tiene empleados para hacer dulce de leche y que tienen a la ineficiencia como bandera y paga los premios de las carreras cuando puede o cuando quiero, obviando el detalle de que son los más bajos del mercado. Por mucho.

Galdurralde anda feliz y contento haciendo campaña por la provincia, como casi todos los políticos en el país, que con la inminente elección disfrutan de “vacaciones pagas por todos nosotros”. De aquellas promesas pro turf cuando Alberto Fernández comenzó su trajinar (complicadito) como Presidente, con Teresa García, Axel Kicillof y otros pintando ilusiones que finalmente nunca cumplieron (o al menos por ahora no cumplieron, la única verdad es la realidad y la realidad marca que la hípica no le importa a nadie, al menos, a nivel gubernamental.

En el mientras tanto, vemos del otro lado del Río al Presidente Luis Lacalle Pou visitando el Hipódromo Real de San Carlos, en Colonia, aprovechando un acto al que la máxima autoridad uruguaya asistió en Florida. Se mostró muy amable, entregó los premios, paseó por las instalaciones, charló con los profesionales. Un lujo y para nada una novedad pues allí desde hace muchos años el Estado y la actividad del turf caminan de la mano, con planes conjuntos, en un trabajo que potencia las carreras de caballos y que va mostrando resultados.

De por sí, por ejemplo, en Uruguay nuestro querido deporte no debe luchar con el desconocimiento de la clase política. Sin ir más lejos, tras el revolucionario paso de Javier Cha por la Dirección General de Casinos, su reemplazante fue Gustavo Anselmi, que venía de formar parte de la Comisión Hípica del Hipódromo de Maroñas y es un hombre de la hípica; fue justamente este último el que acompañó a Lacalle Pou en Colonia.

El último Presidente que visitó un hipódromo en la Argentina fue Fernando de la Rúa, cuando entregó las copas tras el República Argentina que ganó Sei Mi, en 2000, hace más de 21 años. Siendo el turf una actividad generadora de empleo y Argentina líder en la materia, el destrato es monumental e injusto, pero ya una costumbre…