Generoso en las pistas y en la vida, superó una complicada fractura de sesamoide en su mano derecha y en agosto próximo iniciará su campaña en la reproducción desde el Haras Orilla del Monte

Por Diego H. Mitagstein

Nadie podrá decir que Roman Joy no tiene corazón. Lo demostró en las pistas, siendo un monumento a la garra para ganar el Gran Premio Jockey Club (G1) de 2019, y también después, cuando el destino lo puso ante la carrera más brava de su vida.

Una fractura en el sesamoide de su mano derecha que sufrió con posterioridad a su participación en el Gran Premio Longines Latinoamericano (G1) le quitó la posibilidad de volver a correr, pero, a la vez, lo ponía en la gatera de luchar por su vida. Fueron varios meses de dolor, sufrimiento y de no saber cómo iba a terminar la película, pero el alazán propiedad de Carlos Felice y su Stud-Haras El Angel de Venecia volvió a echar mano -o patas, podría decirse también- a su garra única para cruzar otra vez adelante, en un “walkover” dificilísimo.

Aquellos tiempos de diagnóstico incierto, de mal estado y de verlo sufrir en los ojos llegarán a su fin y ahora el hijo de Fortify se dispone a iniciar una nueva etapa, pues desde 2021 será padrillo jefe en el Haras Orilla del Monte, luego de que la cabaña de la familia Lagos llegara a un acuerdo con su propietario.

Nacido en 2016, sin cumplir aún los 5 años, decir que Roman Joy fue uno de los mejores ejemplares de su generación suena a verdad de Perogrullo. Al cuidado de Carlos D. Etchechoury, ganó debutando sobre 1400 metros en el césped de San Isidro a los 2 años, para a las 3 semanas animarse en el Gran Criterium (G1), donde escoltó al campeón Ivar (Agnes Gold). Cambió grama por arena para ser quinto del mismo rival en el Gran Premio Estrellas Classic (G1) y luego cayó por apenas medio largo ante el Caballo del Año Miriñaque (Hurricane Cat) ene l Gran Premio Polla de Potrillos (G1), donde dejó atrás al mismísimo Tetaze (Equal Stripes).

Llegaría luego su hora de gloria, ganándole por medio pescuezo la batalla al también G1 Imperador (Treasure Beach) en el Jockey Club, sobre el césped pesado de San Isidro, la tarde en que Señor Don (Señor Candy) fue tercero y el propio Miriñaque cuarto.

Sería luego quinto en el Gran Premio Nacional (G1), tercero en el Gran Premio Miguel A. Martínez de Hoz (G1) y luego no placé en el mencionado Longines Latinoamericano, a la postre, su despedida de las canchas.

Con 500 kilos de peso, Roman Joy reúne los tres requerimientos que se buscan a la hora de buscar un prospecto de padrillo, pues a su físico y campaña le agrega un pedigree cargado de genética y caballos clásicos. The Rosy, su madre, ganó a los 2 años en Palermo el Clásico Carlos Casares (G2) y es hija de Hennessy, el abuelo del fenomenal Scat Daddy (Johannesburg); por otra parte, la abuela del nuevo reproductor de Orilla del Monte es Mac Royal (Roy), dueña del Clásico Diego White (G3), hija a su vez de Ma Crepinette (Mountdrago), que supo vencer en el Ramón Biaus (G2) y se destacó como vientre de Mac Toss (Egg Toss), entre cuyos éxitos se incluyó el Gran Premio Raúl y Raúl E. Chevalier (G1).

Cría de La Biznaga, Roman Joy es el mejor potrillo que produjo hasta ahora Fortify (Distorted Humor), Padrillo del Año 2019 en Argentina y que ya tiene 22 crías ganadoras clásicas, 6 de ellas de G1, continuador de la exitosísima línea paterna de Mr. Prospector (Raise a Native), que en nuestro medio se luce permanentemente.

Roman Joy ganó el Jockey Club, luego la carrera de su vida y ahora se prepara para tratar de dejar su huella también en la reproducción. Conociendo su corazón, nadie se sorprenderá si en unos años en esa faceta también sobresale…