El jockey sumó el décimo quinto triunfo de máxima escala de su trayectoria con Labrado en el Gran Premio Suipacha

Por Simón Mitagstein

Wilson Moreyra ganó muchos G1 a lo largo de su trayectoria, 15 para ser más precisos, pero tiene como premisa disfrutar cada uno que vaya sumando como si fuera el primero. “Cada uno es inigualable, y siempre hay que ir para adelante”, cuenta el jockey, que el sábado último en el Hipódromo de San Isidro se dio el gran gusto de volver a sentir esa alegría diferente, ahora de la mano de Labrado y su inapelable victoria en el Gran Premio Suipacha.

Fue una de las carreras más esperadas, pues el potrillo volvía a cruzarse con el campeón Luthier Blues (Le Blues), al que venía de cortarle una racha larguísima de primeros puestos superándolo en el Clásico Paraguay (G3) de Palermo, repitiéndose esta vez el resultado pero sobre el césped de San Isidro, una superficie que el talentoso zaino jamás había pisado antes.

“Estoy contento, feliz, después de haber ganado el Suipacha con Labrado y mantener el invicto. Es muy noble y ligero, y es difícil encontrarte con caballos de esta categoría. Por suerte me tocó que se cruzara en mi vida y lo tengo disfrutar al máximo”, dice como primera frase ante el cronista, sonrisa de por medio.

En un alto de las carreras en Palermo, Moreyra es generoso con sus palabras y no ahorra detalle sobre lo vivido antes, durante y después: “Hablamos mucho en la previa, entre otras cosas, de cómo se adaptaría a una cancha que no conocía; pero, a la hora de la carrera, quedamos el caballo y yo y me toca resolver sobre la marcha si surge algún problema. Pero Labrado es tan bueno, te da tanta seguridad, que se hace todo fácil. Lo había trabajado 1000 metros en Venado Tuerto de las gateras, y me había demostrado que es un muy buen largador, una característica fundamental en una carrera de este tipo.  En el Suipacha salió adelante y, cuando le pedí, me respondió como los buenos. Traté de venir tranquilo, sereno, pero cuando lo busqué arrancó y se desprendió fácil”. Extrañó su festejo mesurado, pero el jinete explica las razones: “Labrado es un poco desconfiado y te puede hacer un movimiento que te sorprenda, por eso lo afirme después del disco y cuando paró sí me di el gusto de festejar”.

Dice WIlson que “del debut a hoy el caballo adelantó 100 metros; se lo ve mucho más maduro y está ahora en su mejor momento”, y vaya si en la pista quedó claro. Sobre la carrera y el desarrollo, sumó: ” Lo que sí hablamos antes de la carrera era que gatera nos convenía y a mí, en principio, me gustaba por dentro. Pero después de ver que eran pocos,  decidimos si se podía, buscar una puerta por fuera porque así te evitás tener algunos problemas. En parte acertamos, porque la pista estaba un poco complicada, muy pesada y más por adentro. Contra los caballos buenos no te podés distraer en ningún momento, por eso cuando vi que Luthier Blues no descontaba, me di cuenta que el tema estaba resuelto porque ese era nuestro rival más peligroso. La próxima carrera creo que será el Maipú (G1), de nuevo en Palermo, el día del Nacional, pero la decisión la toman los dueños y Angtel Bonetto, el entrenador. Trabajo para ganar carreras y, si son de las importantes, mucho mejor”.

Al hablar del cuidador, Moreyra es generoso: ” Tengo que agradecerles a los propietarios, y a Don Angel, que a sus 86 años sigue demostrando que es un maestro en poner un caballo. Se vio su trabajo ya desde el paseo, porque el potrillo estaba realmente hermoso, impecable y el mérito es todo de él. Yo hago lo mío que con este tipo de caballo, es muy sencillo. Ya le ganamos dos veces bien a Luthier Blues y Labrado hoy es el mejor”, finaliza.