top of page

El adiós inesperado de Wootton Bassett, un padrillo llamado a ser leyenda

  • Foto del escritor: Turf Diario
    Turf Diario
  • 23 sept
  • 3 Min. de lectura

El caballo de Coolmore murió este lunes a los 17 años en Australia, donde cumplía la temporada del hemisferio sur, por una neumonía


Wootton Bassett dejó huella viniendo desde abajo / COOLMORE
Wootton Bassett dejó huella viniendo desde abajo / COOLMORE

La noticia sacudió al mundo del turf como un mazazo imposible de asimilar. En Australia, mientras cumplía con su temporada de servicio en el hemisferio sur, Wootton Bassett murió este lunes a los 17 años, víctima de una neumonía aguda que se desarrolló tras un episodio de choke (obstrucción esofágica). Pese a los esfuerzos de un equipo de veterinarios encabezado por el Dr. Nathan Slovis, del Hagyard Equine Medical Institute de Kentucky, nada pudo hacerse para salvarlo.

La partida de uno de los padrillos más importantes y codiciados del mundo deja un vacío imposible de llenar, y clausura de forma abrupta una historia de superación que parecía destinada a seguir escribiendo capítulos inolvidables.

De origen humilde, criado por Laundry Cottage Stud Farm en Inglaterra, Wootton Bassett nació fruto del cruce entre Iffraaj y la yegua Balladonia (Primo Dominie). Adquirido por apenas 46.000 guineas en Doncaster, fue confiado al cuidado de Richard Fahey, para el que firmó una campaña como 2 años de ensueño: cinco victorias invicto, coronadas en el Prix Jean-Luc Lagardère (G1) en Longchamp. Aquella consagración lo marcó como un potrillo de enorme proyección, aunque nunca volvió a repetir a los tres años y se retiró temprano a la reproducción.

Su llegada en 2012 a Haras d’Etreham, en Francia, estuvo lejos de generar expectativas. Con un servicio inicial de apenas 6000 euros y libros reducidos, parecía condenado al olvido. Sin embargo, el destino tenía otros planes. De su primera producción reducida nació Almanzor, consagrado campeón europeo en 2016 tras ganar el Prix du Jockey Club (G1), el Irish Champion Stakes (G1) y el Champion Stakes de Ascot (G1). Con él comenzó a forjarse la leyenda.

Pronto llegaron más nombres de peso, como Audarya, vencedora en el Breeders’ Cup Filly & Mare Turf (G1), y Patascoy. Cada generación parecía superar a la anterior, y la fama de Wootton Bassett empezó a crecer de manera exponencial. Su tarifa ascendió a 20.000, luego a 40.000 y, finalmente, el gran salto: en 2020, Coolmore adquirió sus derechos en una operación que muchos consideraron millonaria, pero que rápidamente se demostró más que justificada.

En Irlanda, ya bajo la bandera del gigante mundial, Wootton Bassett explotó como uno de los padres más influyentes de la era moderna. Sus crías comenzaron a arrasar en las pistas europeas, batiendo récords que parecían intocables: de su primera camada concebida en Coolmore nacieron diez ganadores de grupo a los dos años, superando las marcas históricas de Danehill y Galileo. Entre ellos, Camille Pissarro, Henri Matisse, Tennessee Stud y Twain, todos consagrados en el plano de G1.

Este 2025 había sido la confirmación definitiva: Camille Pissarro se quedó con el Prix du Jockey Club, Henri Matisse brilló en la Poule d’Essai des Poulains, y la potranca  ultiplicó conquistas en el máximo nivel. Con semejante seguidilla, Wootton Bassett dominaba con holgura la estadística general de padrillos en Europa, superando los 2 millones de euros de ventaja sobre sus perseguidores.

Su influencia también se expandía como sire of sires, con hijos como Almanzor, Wooded, King of Steel y River Tiber ya en funciones reproductivas, cada uno empezando a dejar su propia marca.

Pero si Europa lo había consagrado, Australia lo estaba descubriendo como un fenómeno. Su primera camada allí ya había producido a Wodeton, escolta en el Golden Slipper (G1) y que este fin de semana afrontará el Golden Rose (G1). La expectativa era enorme, y su servicio se había fijado en una cifra récord de 385.000 dólares australianos, reflejo de una demanda que no parecía tener techo.

Todo eso quedó truncado de manera inesperada. Su legado, sin embargo, está asegurado: más de 120 ganadores clásicos en el mundo, 16 de ellos en el nivel máximo, porcentajes de producción que lo colocan entre los mejores de la historia, y una descendencia que promete perpetuar su influencia por décadas.

Lo que parecía una historia de película, de Cenicienta a emperador de la cría mundial, se cerró con un final demasiado temprano. El turf despide a un padrillo que no sólo rompió moldes, sino que también redefinió lo posible.

Wootton Bassett deja una huella indeleble: la de un caballo que nació sin estridencias, pero que supo imponerse como uno de los grandes nombres de todos los tiempos en la cría internacional.

Comentarios


bottom of page