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Gonzalo Hahn, el jockey que disfruta de su pasión cuando el corazón se lo pide

  • Foto del escritor: Turf Diario
    Turf Diario
  • hace 14 horas
  • 3 Min. de lectura

A los 47 años, el platense suma más de dos décadas de vigencia, 2064 triunfos, 61 clásicos y 12 G1. Dueño de una carrera forjada en silencio, constancia y talento, revive momentos y sensaciones que lo marcaron, desde Second Reality hasta Indy Point


Gonzalo Hahn tras ganar el OSAF con Storm Dynamico / JUAN I. BOZZELLO
Gonzalo Hahn tras ganar el OSAF con Storm Dynamico / JUAN I. BOZZELLO

Por Diego H. Mitagstein

Hay jockeys que anuncian retiros, regresos, despedidas parciales y vueltas épicas. Y después está Gonzalo Hahn, que nunca dijo adiós porque, en el fondo, sabía que no podía hacerlo. “Nunca hablé sobre un retiro -asegura-. Uno no sabe las vueltas de la vida. Y lo único que medianamente me salió bien en la vida fue estar arriba de un caballo”. Así de simple, así de honesto. Y cada vez que vuelve -porque siempre vuelve- deja claro que su muñeca sigue intacta.

Su última reaparición tuvo una lógica impecable: apareció, corrió y ganó. No sorprende a nadie. “Estoy en el campo, manso… Y en verano me cuesta menos el peso. Entonces se hace más fácil”. Lo dice con la naturalidad del que ya lo vivió mil veces, pero también con una sinceridad que conmueve. Hahn nunca fue de los que se esconden.

Tampoco fue de los que tuvieron caminos sencillos en el turf. Sin grandes caballerizas, sin contratos protectores, sin cientos de potrillos para elegir cada temporada, construyó su prestigio corriendo los grandes caballos de La Plata. Y lo dice con un orgullo sereno: “He tenido mucha suerte. No digo que lo hice bien o mal; eso lo dirá la gente. Pero gané muchas carreras y buenas, y eso sin tener caballerizas enormes. Viste lo difícil que es esto”.

En medio del repaso aparecen los nombres que marcaron su carrera. El primero, inevitable, es Second Reality (Hidden Prize), quizá el caballo que mejor explica su historia. “Recién me había hecho jockey y me tocó correr semejante caballo. En la Polla tuvimos un desarrollo complicadísimo, perdió chico, y me dieron con un caño. Cariaga (Rodolfo, el entrenador) se bancó todo. Me dijo: ‘Usted lo va a seguir corriendo’. Y no perdió nunca más”. Esa confianza vale más que cualquier estadística.

Después surge Indy Point (Indygo Shiner), otro crack de esos que salen de vez en cuando. “Ese caballo podría haber sido cuádruple coronado. Perdió la Polla porque tuvimos un lío tremendo en la gatera, dos días parados. Cuando salimos le di un chirlo para acomodarlo y se enojó… me disparó para afuera en el codo. Una carrera que no tenía que perder nunca”. Aun así, ganó el Jockey Club, ganó el Nacional, fue a Estados Unidos y dejó una enorme impresión antes de lesionarse. “Un caballo que no tuvo ni tos ni moco: excepcional”.

Hahn sabe que esos caballos son los que construyen una carrera. “La confianza al jockey la hace el caballo, pero también el entrenador y el propietario. Vos sabés que si algún día te mandás una macana, la próxima igual te van a subir. Entonces corrés tranquilo”.

Pero ahora su vida es otra. Vive en General Conesa, en una chacra pequeña y feliz, rodeado de animales y silencios. “Estoy tranquilo, estoy bien. Con mi señora, mis dos nenas chiquitas, y mis dos hijos grandes que viven en La Plata. Tengo vacas, ovejas, caballos, chanchos… hago vida de granja”. Y se ríe: “Me hago el paisano. Enlazo, tiro el lazo… pero no llego al nivel de los camperos de verdad. Ellos llevan faja, cuchillo, rastra… yo con un cinto ando”, brome.

Corre cuando tiene ganas, cuando lo llaman, cuando el peso ayuda. “El que más me insiste es mi hermano Nicolás. Siempre tiene 6, 7 caballos. ‘Dale, estos están para ganar’, me dice”. Así volvió hace poco: prometió correr un potrillo en La Pampa, ganó, y después ganó también con una yegua en Palermo. “Con la familia es doble la alegría. Nicolás siempre me empuja”.

El retiro no aparece en su horizonte. Ni siquiera como idea abstracta. “Siempre me preguntan cuándo me voy a retirar. No sé. Dios dirá. Cuando ya no pueda sacar los kilos, cuando no pueda más, veré. Pero ahora no. Quédese tranquilo que no me retiro”.

Hahn es así: auténtico, generoso, dueño de un talento que siempre rindió más de lo que su vida pública mostró. Un jockey sin alardes, pero con memoria de gigante. Uno que corre cuando vuelve y vuelve cuando lo llama aquello que lo define: los caballos. Porque, como él mismo dice, “toda la vida es tu vida, es difícil separarse”. Y él, por suerte, todavía no quiere hacerlo.

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