Ignacio Correas y un último baile a lo grande en el Distaff y con Sarawak Rim
- Diego Mitagstein
- 1 nov
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Tras presentar a la yegua argentina este sábado en Del Mar, el preparador se retirará de la profesión y volverá al país; sensaciones, sentimientos y un momento único

Por Diego H. Mitagstein (Envido especial de Turf Diario a Del Mar, California, Estados Unidos)
DEL MAR, California (De un enviado Especial).- Habrá muchos caballos y muchas historias este fin de semana en Del Mar, pero pocas tan profundas y conmovedoras como la de Ignacio Correas (h.). Después de 24 años lejos de casa, el entrenador argentino le pondrá punto final a su carrera profesional este sábado, cuando presente a Sarawak Rim en el Breeders’ Cup Distaff (G1). Será su despedida de los studs, de las madrugadas, de las monturas y de ese olor a caballo que lo acompañó toda la vida.“Es una semana muy especial, sin ninguna duda”, dice Nacho con serenidad, mientras observa a su yegua trotar sobre la arena de Del Mar. “Tener la posibilidad de correr mi última carrera en una Breeders’ Cup es algo muy lindo. No es fácil llegar a este tipo de carreras, así que poder hacerlo en mi despedida es especial, sin dudas”.
Correas, parte de una familia grande en la historia del turf nacional, llevó en la sangre el oficio desde siempre. Formado en la vieja escuela argentina, se marchó a Estados Unidos hace casi un cuarto de siglo, y desde entonces construyó una trayectoria sólida, marcada por la seriedad y el talento. En ese tiempo, su nombre se volvió sinónimo de trabajo bien hecho, con momentos inolvidables como la consagración de Blue Prize (Pure Prize) en el mismo Distaff, pero de 2019, cuando emocionó a toda Sudamérica con una victoria tan inesperada como merecida.
Hoy, el ciclo se cierra. “Estoy contento con la decisión que tomé. Es una vida dedicada a esto, pero conozco muchos entrenadores que se retiraron y ninguno está triste. Espero que me pase lo mismo a mí”, confiesa con una sonrisa tranquila, esa que mezcla alivio con nostalgia.
No es fácil imaginar la rutina sin caballos, sin ese amanecer de canchas y galopes que marcó su vida durante décadas. “Voy a extrañar levantarme temprano, mis caballos, mi gente… Siempre fui muy feliz yendo a trabajar a la mañana. Va a llevar un tiempo de ajuste, pero lo solucionaré bien”, reconoce con una sonrisa.
Esa mezcla de melancolía y alegría se equilibra con un sentimiento más fuerte: el de volver a casa. “Volver a la Argentina es fundamental. Mi familia, mis amigos… hay muchos a los que no veo hace años. Recuperar ese tiempo perdido es la parte buena del retiro”, dice, y se nota que el corazón ya empezó el viaje de regreso.
Mientras tanto, Sarawak Rim será su última compañera de ruta. “Está bárbara, muy bien de entrenamiento. Es una carrera durísima, probablemente la más difícil del año para debutar aquí, pero tiene talento y un futuro muy bueno. Si corre cerca de la punta y se acomoda, puede tener una buena actuación”, analiza con precisión, fiel a su estilo meticuloso y calmo.
Más allá del resultado, lo que ocurrirá el sábado será algo más que una carrera. Será la despedida de un hombre que llevó la bandera argentina por el mundo del turf con humildad, profesionalismo y pasión, valores que siempre lo distinguieron.
“Ojalá sea a lo grande”, dice Nacho, y enseguida se corrige: “Ya es a lo grande. Correr una Breeders’ Cup siempre lo es. Es importante para mí, pero también para los caballos argentinos, para Sudamérica en general”.
Y ahí estará, en el paddock de Del Mar, cuando Sarawak Rim salga a la pista. Será su último paseo como entrenador, el cierre de una etapa brillante y el comienzo de otra, más serena, más cerca de los suyos.
Un último baile con olor a gloria, para un argentino que supo honrar su oficio hasta el final.





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