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Lucrecia Carabajal: el Unzué, El Fortín, Nina y el día en que volvió a volar bien alto...

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    Turf Diario
  • hace 1 hora
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Veinticuatro años después de su único G1, escribió una de las páginas más emotivas del turf argentino en los últimos años al ganar el internacional de la velocidad y compartir la consagración con su hija


Lucrecia Carabajal y Nina vivieron una tarde especial / HSI
Lucrecia Carabajal y Nina vivieron una tarde especial / HSI

Por Diego H. Mitagstein

En una tarde que ya de por sí estaba cargada de simbolismo, el Gran Premio Félix de Alzaga Unzué (G1) ofreció uno de esos momentos que trascienden el resultado y se instalan en la memoria emotiva del turf argentino. Allí, en el césped del Hipódromo de San Isidro, Lucrecia Carabajal volvió a tocar el cielo grande, y lo hizo de la mano de El Fortín, pero también -y sobre todo- abrazada a Nina, su pequeña hija, protagonista involuntaria y corazón visible de una escena que conmovió a todos.

La jockey más ganadora en la historia de la hípica local volvió a celebrar un triunfo de G1 nada menos que 24 años después de aquella consagración en el Selección (G1) de La Plata, cuando llevaba a Nova Era (Mutakddim) a lo más alto. Dos décadas largas pasaron desde entonces, con mil historias en el medio, con idas y vueltas, con el paso del tiempo marcando huellas, pero también reafirmando una vocación intacta.

El festejo tuvo un valor especial por la presencia de Nina, que vivió el momento con una mezcla de asombro, orgullo y felicidad genuina. “Siento mucha emoción, alegría, y estoy orgullosa de mamá porque esperamos mucho vivir esto. Trabaja mucho para algo tan especial que ahora está sucediendo y me pone muy feliz”, dijo la niña, con una naturalidad que desarmó a todos y terminó de darle sentido a una postal inolvidable.

Lucrecia, con la copa en la mano y la emoción todavía a flor de piel, no esquivó los sentimientos. Al contrario, los puso en palabras con una sinceridad conmovedora: “Después del nacimiento de Nina, vivimos ahora otro momento de enorme facilidad. Trabajamos un montón para sacarnos una foto juntas cuando volví a correr, y la meta siguiente era ganar un G1 y poder levantar la copa juntas. Y nos llegó la oportunidad”.

Y agregó, con la perspectiva que dan los años y la experiencia: “Pasó mucho tiempo desde que gané el Selección de La Plata con Nova Era (Mutakddim), 24 años, pero nunca es tarde para alcanzar lo que uno busca y hace con pasión”.

Esa palabra, pasión, aparece como eje central de su historia. “Creo que esa es la clave. Sin pasión no hay vida, y esto, el turf, es el motor de mi vida, junto con Nina, que me empuja a levantarme a las 6 de la mañana todos los días para ir a montar caballos como El Fortín. Nina es mi compañera de equipo”, resumió, dejando en claro que este triunfo no fue un punto aislado, sino la consecuencia de un camino recorrido con convicción.

En lo estrictamente deportivo, el triunfo también tuvo matices especiales. Compartir pista con Frankie Dettori fue otro de los condimentos de una jornada irrepetible. “Montar el otro día con él fue un sueño cumplido”, confesó Lucrecia, todavía incrédula, mientras buscaba la complicidad del italiano en su festejo con un grito furioso, pero feliz.

Sobre el desarrollo de la carrera, mostró la claridad de siempre: “Traté de que la suelta fuera limpia, y después el desarrollo lo hace él, siempre te ayuda, te va llevando. Lo tuve que corregir un poquito en un momento porque quería darle un desarrollo limpio y lo tenía a Villagra cerca con El Epecuén (Il Campione), y todo se dio como esperábamos. Nos entendemos muy bien y el caballo maduró muchísimo junto conmigo”.

El Alzaga Unzué quedará en las estadísticas como el primer G1 para El Fortín, pero, sobre todo, quedará grabado como el día en que Lucrecia Carabajal volvió a ganar en lo más alto, con su hija de la mano, demostrando que el tiempo pasa, pero la pasión -cuando es verdadera- nunca se jubila.

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